Columnistas

Vivimos en política y aunque unos se nieguen a aceptarlo viven de ella. Lo que está bien, si se busca el bien común y con recursos propios o de financistas privados de su actividad política, ajenos a cualquier manifestación de corrupción o de dineros sucios. En Honduras hemos visto todo tipo de políticos, unos buenos, otros muy malos.

Hemos tenido amigos de lo ajeno, otros medio solapados, autoproclamados honrados: no hurtan formalmente el erario, pero cómo abusan de su uso y goce, para ellos y sus allegados, sean familia, amigos o seguidores. Se aprovechan hasta lo ofensivo. Guardaespaldas para todo su enjambre familiar, al grado de dejar desamparados a funcionarios quienes sí lo ameritan por sus responsabilidades y riesgos.

Es el existente concepto patrimonial del Estado. No porque exista es que lo aceptamos. Lo combatimos. Unos llegan al poder y se vuelven “loquitos” usando carros, aparatos tecnológicos, yendo a restaurantes, viajes y operación viáticos, disfrutando lujos a los que con su quehacer privado nunca hubieran tenido acceso.

Después fracasan y aun así no aprenden. Repara uno en cosas ahora que se inició la campaña. Vivimos en política, pero ahora ya en campaña. El lanzamiento de la aspirante más fuerte al interior del Partido en el gobierno sacudió a otros de sus copartidarios, quienes también ya han descubierto similares pretensiones, como ha obligado al mayoritario partido de oposición a salir a la carrera a presentar también a su precandidato más popular. Y saldrán muchos más y que salgan, dentro y fuera de estos dos partidos, por ahora los de mayor electorado.

Falso que la profusión de candidaturas afecte la legitimidad de los ganadores. Cuantas mas opciones tenga la ciudadanía, mejor. Siempre y cuando los resultados sean manifestación de la voluntad en las urnas. Que quienes resulten electas y electos a los cargos públicos, lo sean en elecciones limpias sin cuestionamientos por falta de transparencia, a elecciones primarias y generales.