Columnistas

Se presentó un proyecto de decreto destinado a modificar el artículo 272 constitucional, a fin de eliminar la función asignada a nuestras Fuerzas Armadas, de ser garante de la alternabilidad en el ejercicio del poder, como de resguardo de los procesos electorales.

También se presentó otro para agregar causales al artículo 148 de la Ley Electoral, por las que perderían la personería jurídica los partidos políticos vinculados con ilícitos. Pareciera que ambos responden a una estrategia, pero sólo es apariencia. Existen ideas, propósitos infaustos, pero es un plan inacabado producto del desorden. Plan del desorden. La habilidad manifiesta del principal agente operativo del gobierno y su comandante. Debiera ser la presidenta.

Pero es otro, el verdadero. Y el desorden que caracteriza su comportamiento es contaminante, se pega. Así aparecen unos que creen ser tan sagaces como él, como el presidente “Mel” (2006) pero eso es imposible. Reconocemos al César lo que es del César. O quizás sólo tengan el afán de captar su atención, “vanidad de vanidades”. Porque ninguna de ambas iniciativas legislativas tiene posibilidad de ser aprobada. Por inconsecuentes con la democracia y la realidad nacional y porque nuestras FF AA han sido, son y serán el muro de contención de pretendidas tiranías, como porque los delitos cometidos por integrantes de partidos políticos sólo deben responder sus autores, no la institución partidaria. Las consecuencias de sus actos las asumen solos. Las instituciones son permanentes y autónomas.

Es caos, como en su teoría, con lo imprevisible y arbitrario al frente, pero aquí no hay sistemas complejos ni lineales. Todo sólo para generar la incertidumbre enemiga del ambiente necesario para vivir en paz y desarrollarnos. ¿Qué ganan? Nada. Sólo nos colocan contra la pared y nos obligan a accionar para salvar el orden que se empeñan en desmoronar. Mantener en la distracción, en el temor, hasta el día en que amanezcamos enfocados y sin miedo.