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Palabras bizarras (1/2)

No sé usted, pero hay muchas personas a las que les irrita como suenan o como están construidas algunas palabras, o sea les molesta el fonema o la morfología de un vocablo. Como ocurre con un platillo, una bebida, una obra de arte, una melodía o un sonido en particular, hay quienes reaccionan con mala cara si se encuentran con un término cuya combinación de letras o sonoridad le desagradan. Mi suegra, por ejemplo, demuestra incomodidad cuando escucha la palabra sobaco, no por la zona del cuerpo que representa, sino sencillamente porque nunca le ha gustado como se escucha. Aunque su malestar no llega al nivel de “logofobia” -que es el miedo a las palabras- sí puede calificarse como “onomatofobia” que, imagínese usted, es la incomodidad al escuchar palabras concretas. Así pasa con su hija (mi media naranja) a quien le disgusta la palabra zarabanda y siempre se queja de cómo pudo alguien ponerle ese nombre “tan feo” a un lugar en el camino a Valle de Ángeles.

Recuerdo que a mi padre no le gustaba escuchar la canción “María bonita”, pero había una explicación: decía que cuando el maestro Agustín Lara la compuso y se hizo popular, no había radio ni fiesta en la que no se ejecutara. Esto hizo que esta hermosa pieza musical llegara a hastiarle de tal modo que muchos años después todavía agriaba el rostro si la escuchaba. Algo similar le ocurría con el estofado (goulash), porque no le gustaba la textura de la carne, o con los sesos de vaca, los cuales dejó de consumir luego de presenciar una autopsia. No conozco a nadie a quien le guste el chirrido de las uñas en una pizarra o de un cuchillo afilándose, pero eso tiene que ver con estímulos a la amígdala, que los asocia con el peligro y el dolor, como ya han explicado científicos.

Con las palabras es diferente. Un vocablo gusta o no gusta. No hay aparente explicación detrás de ello. No es solo la asociación al objeto representado, ni su vinculación a una experiencia de la vida. Sencillamente, la palabra incomoda al individuo. Para el caso, a mi hijo le molestan las palabras roncha, chumpa y páncreas, todas ellas con acento grave y de dos sílabas, por cierto. He hecho un rápido recuento mental y también tengo mi pequeña lista de “horrores”, que no pienso compartir (ni escribir), más bien hice una pequeña búsqueda en el internet y constaté que hay al menos diez palabras según el sitio easyespanol.org, que “deben evitarse para no restar belleza y sutileza al vocabulario” y son: “Escroto, sobaco, seborrea, boñiga, gurruño, recoveco, petulante, orate, sapenco y diarrea”. El trasfondo escatológico es evidente en varias, aunque no es la única explicación: hay evidencia que ciertos sonidos resultan menos melodiosos que otros. Durante este proceso de encontrar “el top ten” -salve el anglicismo- también encontré una selecta lista de “palabras hermosas” y favoritas de muchos. Sobre ellas, comentaré la próxima semana. Por ahora me quedo con estas bizarras que ya he citado, auxiliándome de la tercera acepción de la RAE.

(Continuará)