La forma de tratamiento (la manera en que lo llaman a usted) más común en las universidades de Honduras para referirse a los docentes es el grado académico: “licenciado/a”, “abogado/a”, “ingeniero”, “doctor/a” o “máster”. Además de la abreviatura “lic.”, que es la favorita de los estudiantes, asumo yo que por breve. Yo particularmente no me siento cómodo con que me digan “lic.”, “licenciado” o “máster”, prefiero que me digan “profesor” o en su defecto, mi nombre, a pesar de que esto último no sea una opinión demasiado popular.
Hay cosas que valoro muchísimo más, como cuando en un mensaje escrito separan el vocativo con una coma. Es muy agradable y gratificante leer: “Buenas tardes, profesor”. O que los estudiantes sean claros y precisos en sus consultas y/o peticiones.
Entiendo que hay un factor cultural para que se evite llamar a los docentes por su nombre a secas. Se presume con vehemencia, pero sin fundamento científico, que hacerlo de esa manera es una falta de respeto. ¿Desde cuándo mi nombre lo es? Al contrario, ser llamados por nuestros nombres es uno de los hechos más dignificantes que hay. Y bueno, la palabra “profesor” es hermosa, además de que describe mejor la función que desempeñamos. De la palabra “maestro” ni hablar, pocos son dignos de ella.
En ese mismo orden de ideas, ¿quiere decir, entonces, que cuando yo llamo a un estudiante por su nombre de pila le estoy faltando el respeto? Sí, yo sé que son posiciones distintas, pero no me deja de parecer extraño.
Debo decir, además, que algunos de los mejores docentes que he tenido en la vida se han dejado llamar o han pedido explícitamente que los llamemos por su nombre de pila. Desde mi experiencia debo decir que la dinámica humana, clave para el aprendizaje, cambia.
Desde el punto de vista de la lingüística y la comunicación, el respeto está relacionado con unos principios de cortesía, que tienen que ver, como apunté antes, con elementos como la claridad, el respeto de los turnos, una correcta selección de las palabras, el tono con el que se dicen, entre otros factores, y no con unas palabras específicas.
El respeto en la docencia va por otro camino, por un asunto más práctico. Lo que se ha pedido siempre en el salón de clases: el orden (que no debe minar la libertad), la actitud de escucha, la responsabilidad, etcétera.
Además, la experiencia me ha enseñado, sobre todo en el nivel superior, que en general siempre se respeta más a los docentes que dominan su área de conocimiento, preparan sus clases, son corteses y le dan dignidad y seriedad a la asignatura que se está enseñando. Esa es la clave. He visto cómo le pasan por encima a docentes que con total falta de respeto llaman “lic.”.También debemos entender que los tiempos han cambiado. No se puede pretender que una conducta generalizada hace tantos años se mantenga vigente entre tanto cambio. Se dice, por ejemplo, que el protagonista del proceso educativo es el estudiante y que ya no se debe hablar de verticalidad sino de horizontalidad en la enseñanza-aprendizaje. Y parte de esa horizontalidad se consigue con la educación.
Estas palabras, por supuesto, no son la última verdad, y más que condicionar una conducta, lo que busco es por lo menos abrir el debate sobre este tema de las formas de tratamiento, que conozco con relativa profundidad, y que considero fundamental para que todos los llevemos mejor en ese espacio llamado salón de clases que es tan importante.