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Los suertudos guyaneses de aquí cerca

Casi nadie ubica a Guyana en el mapa; los más despistados la imaginan república bananera o minera en África, y a otros les suena a una isla perdida en las Antillas; hasta que una búsqueda casual en el índice internacional de crecimiento económico dice que tendrá un incremento de 52%, ¡el más grande del mundo! Entonces, surgen las inquietudes: ¿qué? ¿cómo?

No tiene truco. En 2015 a los guyaneses se les cumplió el sueño de tantas naciones -sobre todo muy pobres- de descubrir en su subsuelo el codiciado petróleo que alivie la tarascada de la miseria y se deshaga de la persistente desesperanza. Súbitamente pasaron de preocuparse por los baches y el tapagoteras a pensar en la prosperidad y el desarrollo.

Entonces, todo mundo a buscar a Guyana en el atlas, con sorpresas: “¡Ah, aquí está!, al lado de Venezuela”, “Pero, si también tiene frontera con Brasil”, “Está pegadito a Surinam”, y sus costas en el inconmensurable Atlántico, por donde llegaron piratas y conquistadores franceses, neerlandeses, españoles, para quedar en manos de los ingleses.

Por eso, aunque están en Sudamérica, los guyaneses hablan inglés y sus carros van por el carril izquierdo con el timón a la derecha, un contraste incómodo para visitarse con los países vecinos.

Por cierto, desde el siglo XIX Venezuela reclama gran parte de este territorio -la región del Esequibo- que los ingleses se quedaron con un cuestionado arbitraje. El hallazgo de gas y petróleo ha tensado más la situación diplomática y militar, y aunque hay mediación de organismos internacionales continúa el ruido de sables.

Las negociaciones de Guyana con las compañías explotadoras de su petróleo le dejan el 50% de las ganancias, después de costos de operación. El PIB per capita, es decir, la suma de todos los bienes y servicios de un país entre el número de habitantes, hace diez años era de poco más de 4 mil dólares; ahora pasan de los 18 mil. Nuestra Honduras registra unos 2,400 dólares anuales, sólo para las tortillas.

Cómo es la vida. Vencida la pobreza los guyaneses proyectan la prosperidad en construcción de puertos, aeropuertos, escuelas, hospitales, carreteras, hoteles, viviendas, múltiples edificios, que reclamarán mano de obra foránea, y eso los lleva a pensar también en lo permeable de sus fronteras y en nuevas leyes de extranjería.

Guyana es el sueño posible que Honduras lleva soñando desde hace cinco décadas, cuando encontraron esperanzadoras muestras de petróleo, pero nos dijeron que no bastaba, que no tenía la calidad óptima o que no había las cantidades suficientes para la explotación.

Ahora mismo hay exploraciones en nuestro Atlántico con promesas. Ojalá encuentren el petróleo antes de que ya no se necesite; que no sea una tragedia de guerras y miseria, como en el África subsahariana. Que podamos negociar con dignidad, sin la brutal desigualdad que hoy nos asfixia.