Columnistas

La soberbia como discapacidad

Vagabundea incansable por redes sociales y mensajería una frase de José de San Martín que me remitió inevitable a ciertas personas que, alcanzadas por un rayo misterioso en política, se convirtieron en personajes o personajillos con tal soberbia y arrogancia que, como cantaba Aute, “más que náusea dan tristeza”.

San Martín, padre de la patria argentina y libertador de chilenos y peruanos sentenció: “La soberbia es una discapacidad que puede afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”. Recordé nombres y rostros que he conocido en estas décadas a través del fantástico oficio del Periodismo.

Desde luego, la soberbia y la arrogancia no son patrimonio exclusivo del poder político, también lastran las vidas de gente acaudalada -que es otra forma de poder- y hasta a algunos que no mandan, no tienen dinero ni nada, porque es una conducta humana relacionada con inseguridades y complejos.

La psicología lo tiene claro: el soberbio se cree superior a los demás y hasta trata con desprecio a sus pares, es un irremediable narcisista, orgulloso, presumido y egocéntrico; asume que es más inteligente que todos y nunca da su brazo a torcer -ya sé que se les viene alguien a la mente- pero hay muchos en distintos niveles y en todos los tiempos.

Lo dicho, en estos años conocí a cada persona tan don nadie como yo, que apenas recibió un puesto en el gobierno se agigantó como director, secretario general, jefe de recursos humanos, administrador, viceministro o ministro; lo mismo entre liberales, nacionalistas y libres; el envilecimiento no tiene colores ni banderas.

Durante una de las campañas políticas nos reuníamos en casa de un candidato y cada vez que tocaban la puerta, uno de sus seguidores presuroso iba a abrir, nos traía café y esas cosas; unos años después despachaba en Casa Presidencial, era jefe de algo, con oficina, asistentes, carrazo, escolta y todo. Paso a paso los envolvió la arrogancia.

Había un abogado que lo enviaban a traernos pizzas en anochecidas reuniones; un lustro después, el tiempo y las negociaciones lo hicieron un fiscal muy importante, viajaba en un enorme carro, seguido por otro y protegido por seis guardaespaldas. Pronto se acostumbró a mirar sobre su hombro.

Puedo contar cien casos más, siempre lo mismo. Los vi ayer y los veo hoy. La soberbia de hombres y mujeres que logran un efímero poder y cometen desprecios, abusos y humillaciones contra los demás, sin saber que sólo exhiben su infinita pequeñez, baja autoestima y el espanto de perder el puesto.

También resoplan soberbia feroces periodistas como dueños de la verdad, empresarios como propietarios del país, militares convencidos que son los únicos patriotas, el médico de turno, el empleado del mostrador, el guardia del portón. Alfred Adler definió que el complejo de superioridad intenta compensar un sentimiento de inferioridad.