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La migración desatendida porque sí

Cuando se fue para España aprensiva, desconfiada, su hijo tenía sólo 3 años. Regresa 8 años después ansiosa, alborozada. Puso en pausa dos trabajos, bueno, pidió vacaciones en la fábrica de charcutería -donde a las 5:00 de la mañana embolsa chorizos, jamones, patés, morcillas- y sacrifica los euros que gana limpiando casas los fines de semana. Digamos que se llama Cintya.Una historia de las miles que escriben los hondureños que impelidos por pobreza, inseguridad y trabajo se aventuran sin papeles y sin nada a tierras españolas. Algunos calculan 160 mil allá, y más de un millón en los Estados Unidos. Para seguirlos, este año ya se fueron 150 mil, pero la mayoría de estos regresarán deportados, abatidos y sin un dólar.

Involuntaria, Honduras también es puente de emigrantes, y la cifra asombra: más de 400 mil en lo que va de este año, entre venezolanos, cubanos, ecuatorianos, haitianos, colombianos y del África ardiente y del Asia desconocida, que huyen de sus países empobrecidos.

Cintya salió de la fría Girona en un bus nocturno para estar tempranito en la estación de Sants en Barcelona, porque a las 6:30 el tren veloz, el AVE, la llevará en dos horas y media hasta Madrid. En la estación de Atocha siente que se acerca a Honduras, aunque le duelen los 30 euros que el taxi le arranca para llevarla hasta el aeropuerto de Barajas.

¿Qué fuerza tan grande empuja a los emigrantes a la temeraria travesía e incierto destino? La desigualdad, falta de oportunidades, exclusión, sobre todo de naciones que siguen sufriendo la colonización y el vasallaje, o las brutales sanciones económicas unilaterales, bloqueos. Por eso las caravanas hacia Estados Unidos y Europa no paran. También hay un gran flujo a Asia por afinidad histórica y petrodólares.

Aunque las cifras de la emigración suben incontenibles y el drama humano es insufrible, en realidad no es mucho en el contexto global: poco más de 280 millones de personas viven en un país distinto al que nacieron, apenas es el 3.6% de la población mundial, según la ONU, y aún así, no hay voluntad política, solidaridad ni ánimo para atenderlas con dignidad.

Los más felices son los coyotes. Modestas estimaciones consignan que el tráfico de personas de África a Europa y de América Latina a Estados Unidos deja 6,750 millones de dólares a los delincuentes y miles de muertos por asaltos, accidentes y abandonos en camiones, trenes, desiertos y en míseras embarcaciones.

Diez horas de vuelo sobre el Atlántico son para Cintya mucho tiempo para pensar, recordar. Aterriza en Panamá; el horario confundido, las comidas, las emociones. Se quita el abrigo, el jersey, las botas y se viste tropical. Aún quedan dos horas en avión hasta Comayagua, llegar a medianoche, donde espera su padre, que la llevará al pueblo en la zona sur a ver a su muchachito. En el aeropuerto de Palmerola nos despedimos. Espero que todo le haya salido bien.