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Jerusalén, retroceso en la política exterior

El caso de Jerusalén como una de las ciudades más antiguas del mundo es complejo. Su reconstrucción histórica llevaría muchos tomos. Una valoración más inmediata va de la constitución del Estado de Israel en 1948 hasta nuestros días; comprender esto último daría una idea de cómo Jerusalén y otros territorios árabes se han convertido en fuente de constantes confrontaciones.

Terminado el dominio británico, que se inició en 1917, sobre los territorios de Palestina, Jordania e Irak. Por resolución de la ONU, en 1947, el territorio de Palestina fue sometido a una división en la cual se establecían dos estados, uno árabe y otro judío, quedando, la ciudad de Jerusalén bajo el mandato de las Naciones Unidas (ONU), a partir de ese año. La resolución señalaba: «La ciudad de Jerusalén se establecerá como un corpus separatum bajo un régimen internacional especial y será administrada por las Naciones Unidas».

En contravención a lo aprobado por la ONU que establecía a Jerusalén fuera de los dos estados, Palestina e Israel, este último, tomó el control de la parte de Jerusalén Oriental. La división prevista por la ONU nunca se llevó a cabo, debido a la guerra civil y a la posterior guerra árabe-israelí entre 1948 y 1949, durante la cual Jerusalén fue ocupada por las tropas de Jordania e Israel, haciéndose los primeros con la ciudad vieja y los últimos con los barrios modernos.

En la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel conquistó el sector oriental de la ciudad —la llamada Jerusalén Este— que estaba en manos de Jordania, anexionándola al resto del municipio. El 30 de julio de 1980, Israel incorporó en su legislación nacional ambas partes, oriental y occidental, proclamándola como su “capital eterna e indivisible”.

En agosto de 1980, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 478, mediante la cual declaró nula la decisión de Israel de posesionarse de Jerusalén y aconsejó a sus estados miembros que situasen sus embajadas en Tel Aviv como medida de castigo por la anexión. Ningún territorio ocupado puede ser reconocido legalmente por la comunidad internacional.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, en cumplimiento de una promesa de campaña, atendiendo la opinión del fanatismo religioso, que no se ha dado cuenta que los israelitas dejaron de ser el pueblo oprimido de los tiempos bíblicos, para convertirse en pueblo opresor en los últimos años, prometió trasladar su representación diplomática de Tel Aviv a Jerusalén. Tres países de América Latina han tomado similar decisión, esto es, Guatemala, Honduras y Paraguay, aunque este ultimo país ha reconsiderado su decisión del cuestionado traslado.

Cuando el gobierno hondureño toma la decisión de seguir los pasos del gobierno de Trump en este tema, desatiende la voz de la comunidad internacional y el interés de miles de árabes que viven en Honduras.

Este hecho, como otras decisiones en el marco de los organismos internacionales, es lo que sitúa a Honduras ante la mayoría de los miembros de la comunidad internacional como un país sometido a la voluntad y el interés de la potencia del norte y le hace perder credibilidad.