Columnistas

¡Esos cubanos!

Ante el insuficiente número de médicos cubanos en esta zona para atender a centenares de personas que exigían su atención -preventiva y curativa- en varias comunidades rurales y urbanas, en poco tiempo se incrementó de diez a veinte.

Cada paciente veía un nuevo trato de parte del profesional médico cubano con relación a los locales; simpáticos con quien pronto se entraba en confianza, les palpaban sus cuerpos, daban medicamentos sin costo alguno y recibían un atento saludo de despedida.

La segunda brigada era compuesta por personas más jóvenes en relación con los primeros. Estos estaban debidamente controlados por un coordinador, el que mantenía estrecha vigilancia sobre el actuar y comportamiento de cada uno.

En cierta ocasión al que pude percatarme que era el coordinador del grupo – ambos con bastante trago entre pecho y espalda- le pregunté, aparte del anfitrión y del grupo de sus colegas, por el velado fracaso de la solidaridad militar cubana en África, donde asistió algún tiempo como médico-miliciano, me indicó que se produjo eso porque los negros de los países que apoyaron, durante el día captaban muy bien la doctrina marxista-leninista pero durante las noches volvían a vestir sus taparrabos y retornaban a sus costumbres tribales, algo así.

El primer grupo al principio se mostró un poco hermético y receloso, pero con el correr de los días y, al percatarse de que se les trataba con mucha estimación y respeto, fueron agarrando confianza. Los pobladores -de aldeas y ciudades- les saludaban en la calle como si se tratase de un conocido vecino.

A la oficina del alcalde de ese momento -Héctor Danilo Moya- entraban sin pedir audiencia. Pronto agarraron confianza por el buen trato recibido. Participaban de francachelas organizadas por los nuevos amigos -profesionales universitarios locales y ciudadanos con cierta solvencia financiera- con lo cual se hicieron populares en la ciudad. Todo mundo quería saber de su boca cómo era la vida en Cuba, porque aquí sólo se recibía información manipulada -distorsionada- en los medios de comunicación, especialmente de los norteamericanos.

De esa manera, el hombre de a pie se percató que en Cuba la atención médica era gratuita, al igual que los medicamentos, la educación (todos los niveles), la vivienda y la alimentación. Allí “todos comían” lo suficiente que requiere cada ser humano cada día.

Con la llegada del segundo grupo -constituido por médicos más jóvenes-, el panorama cambió casi radicalmente. Los nuevos ya asistían a los centros de diversión nocturna (combos y bares bailables), donde demostraban sus mejores pasos de salsa y merengue. En este grupo se sentía el ambiente de querer desertar a Miami.