Columnistas

El Partido Nacional: entre el ser y la nada

Decía Sartre que el compromiso existencial declara una perfecta libertad de elección.

Allí radica la salud de nuestra enclenque democracia, que depende en gran medida de la existencia de una oposición robusta, capaz de ofrecer una alternativa viable al gobierno de turno. Cuando la oposición se debilita, la democracia se empobrece y se vuelve susceptible al autoritarismo y la corrupción.

En los últimos tiempos, tres caudillos le dieron vitalidad a la política; el poder de convencimiento, la fuerza histriónica y el discurso envolvente de aquel Rafael Leonardo Callejas, Carlos Flores y Manuel Zelaya dejaron un rastro de liderazgo como antes lo hicieron Modesto Rodas Alvarado y Ramón Villeda Morales.

Ya no se encuentran ni huellas de esos caminos de la política en ninguno de los partidos que apenas sobreviven en los lodazales de la miseria moral y la corruptela. El Partido Liberal no empieza ni a darse cuenta que su tragedia arrastra tantas glorias que le pesan hoy en día; Libre, que, sin el horizonte extenso de Zelaya, no crecen ni las esperanzas de nuevos liderazgos; y el Partido Nacional, máximo opositor, ya solo queda en ruinas de un desastre instaurado por Juan Orlando Hernández y su pandilla.

En este último partido, con inmensa mayoría electoral, es más urgente que nunca reconstruir una oposición fuerte, inteligente y moralmente intachable. La fragmentación, la falta de liderazgo y la ausencia de un proyecto político coherente han debilitado a las bases, mientras que la desconfianza en las instituciones y en los políticos tradicionales ha alejado a la gente, creando un vacío que ha sido llenado por populismos y extremismos.

La reconstrucción del Partido Nacional exige, en primer lugar, recuperar la confianza de la ciudadanía. Para ello, es fundamental que se comprometa con la transparencia, la rendición de cuentas y la participación ciudadana. Debe ser una oposición abierta, plural e inclusiva, que represente los intereses de todos los sectores de la sociedad.

La escasa estructura limpia que queda del PN no solo debe ser fuerte en términos morales, sino también en términos intelectuales. Debe formular propuestas viables y soluciones a los problemas reales de la sociedad. Se requiere un análisis profundo y actualizado de la realidad nacional e internacional para desarrollar estrategias efectivas que respondan a las necesidades del pueblo. Deben arrancarse de raíz al JOH que llevan tatuados y sacudirse las ratas que han hecho de la casa del PN una alcantarilla de lucro. Hay que unificar voluntades y replantearse el futuro inmediato con ética y transparencia, como valores fundamentales de la nueva oposición. Sus líderes deben ser ejemplos de honestidad y compromiso con el bien común. La lucha contra la corrupción debe ser una conciencia irrenunciable. Solo así se podrá recuperar la confianza de la ciudadanía y construir una alternativa creíble ante el desgobierno actual.

El camino no será fácil, pero es la única fuerza posible de recuperar, para evitar el avance autoritario y construir un futuro más justo, próspero y equitativo que este país merece, como compensación social.

Pero más allá de esos discursos empalagosos, asustadizos y torpes del Partido Nacional, el electorado exige un nuevo enfoque basado en la oposición y defender con firmeza los valores democráticos y los derechos humanos. Debe ser una voz clara y valiente contra la injusticia, la desigualdad y la autocracia.

Esta nueva oposición se debe reconectar con las necesidades y las demandas del pueblo. Es fundamental establecer canales de comunicación y participación que permitan a la sociedad civil ser parte activa del proceso de cambio. Entre el ser o la nada, está la estrella que aún puede brillar.