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El estratégico sector eléctrico

La producción y consumo de energía eléctrica son indicadores ilustrativos del grado de desarrollo de los países y regiones. La desigualdad de ingresos y de riqueza entre los países más industrializados y desarrollados se refleja también en cantidad y tipo de energía consumida. Un ejemplo entre tantos posibles, los casi 20 millones de habitantes de Nueva York consumen una cantidad similar a toda la energía utilizada por los casi 800 millones de personas que viven en el África subsahariana. La energía es un excelente negocio.

Debemos hacer que beneficie a todos y no solo a unos pocos en proporciones ofensivas. Tratándose de un bien estratégico por masivo y clave en la producción y el consumo, se debe crear y promover un mercado energético dinámico y muy competitivo. Hay que liberalizar el mercado energético pero, óigase bien por favor: principio indispensable, a mayor liberalización corresponde mayor regulación. Que no se extravíen los que ciegamente se colocan en los extremos. Una apropiada regulación implica una sólida institucionalidad con rigurosa capacidad técnica y férreo compromiso con los intereses del país, como un todo.

No se debe nombrar a cualquier adlátere en las gerencias y secretarías correspondientes, de esa manera es imposible rescatar las empresas públicas que están llamadas a ser sostenibles, eficientes y excedentarias en rangos racionales. El sector eléctrico en Honduras comenzó curiosamente con la primera planta que trajeron las empresas mineras estadounidenses a las minas de San Juancito, no en balde también, en esa comunidad también se instaló la embajada correspondiente.

Irónicamente también, la empresa pública ENEE se instaló al influjo de las recetas de política económica impulsadas por el Fondo Monetario Internacional en la época de los mandatos keynesianos de estímulos a la demanda mediante las políticas fiscales y monetarias. Toda esa historia obviamente solo sirve de antecedente para consolidar un apropiado manejo soberano ejercido por la representación gubernamental consecuente y con capacidad para lograr crecimiento económico real y avances acelerados en el desarrollo nacional.

El sector energético requiere planificación estratégica. Paradójicamente, los gobiernos que más éxito han tenido son los que fueron encabezados por los militares, duele decirlo, pero es así. Los gobernantes civiles han rehuido comprometerse con una visión consensuada de país. La represa Francisco Morazán, la obra más icónica del sector, fue impulsada por el reformismo militar dejándose asesorar por especialistas extranjeros y nacionales.

El país se endeudó, seguramente hubo algunas irregularidades, pero la obra se concluyó y comenzó a producir electricidad. Llegamos a ser transitoriamente un país exportador de energía y de haber dado continuidad a los planes, hubiésemos tenido una matriz básicamente renovable. No estuviésemos como ahora, importando fósiles en unos US$1,500 millones anuales para generar. La alta proporción de derivados de petróleo como el búnker para producir energía eléctrica presiona el uso de divisas y dispara el precio del kilovatio/hora, aumentando costos de producción para las empresas y erosionando el ingreso de las personas en general.

El país todavía tiene pendiente avanzar en su matriz energética para que al menos el 80% de la generación eléctrica sea con fuentes renovables. Aunque también nos duela reconocerlo, nos debe servir el ejemplo de países como Costa Rica que han logrado que su generación de electricidad prácticamente sea 100% renovable.

En el caso nuestro, podríamos hacer hasta algo mejor que los ticos diversificando todavía más las fuentes energéticas con los elementos fotovoltaicos, eólicos, de biomasa y tantos otros, planificando mejor y renovando las materias primas