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El estadio de los déspotas

¡Somos un país de fanáticos!, visto que, si no nos matamos por la política, nos terminamos matando por el fútbol. Así hemos sido desde siempre, porque no hay nada más espectacular que verse arrastrar en las pasiones por aquellos que aspiran a la gloria, no importa si es con golpes en el estadio, o zancadillas en el poder. A los hondureños nos encanta la distracción tercermundista de la demagogia y la pelota, aunque estén manchados de violencia.

A esas “fiestas” ya estamos acostumbrados, como lo que sucedió cuando un individuo pateó por la espala a una agente policial, en las gradas del Estadio Olímpico Metropolitano, de San Pedro Sula.

El hecho recorrió en segundos, por el morbo de la violencia a través de un video que se hizo viral en redes sociales, donde el infractor empujó a la oficial, quien cayó varios metros e impactó con su rostro en una de las gradas de ese “circo romano”, donde el salvajismo hacia euforia en aquella masa enloquecida por el fútbol y la insensatez brutal de los fanáticos, que se enfrascaron a golpes, ya que ahora mismo no hay campañas de políticos, pues tenía que haber otro circo y este fue de sangre contra la humanidad de una mujer policía.

De inmediato, sus compañeros, ante la falta de captura inmediata, no les quedó otra que ofrecer cien mil lempiras de recompensa, como en el salvaje oeste, a quien brindara información del sujeto que agredió a la oficial.

Luego, se trazó rutas para su cacería, y en un “enfrentamiento” fue abatido a tiros, horas después de que el prófugo del violento ataque, expresara a medios de comunicación “temor por su vida e integridad y la intención de entregarse a las autoridades”.

El hombre quería ser atendido por los fiscales y jueces, pero lo atendieron los médicos de Medicina Forense del Ministerio Público (MP), donde revelaron que el aficionado no murió a consecuencia de un memorable enfrentamiento a balazos con agentes antipandillas, como lo informó en primera instancia la Policía Nacional.

La causa de muerte del fanático fue laceración pulmonar y heridas por arma de fuego, con la salida de sangre por una rotura importante dentro del pecho, es decir, sangrado interno dentro del tórax que puede ser provocado por un golpe recibido en esa parte del cuerpo.

Por lo tanto, no concuerdan con un enfrentamiento, determina el Dictamen de Autopsia número 776-22, correspondiente al levantamiento forense 592-2022. Lo que, si detectaron los médicos al examinar el cuerpo, fue abrasiones o raspaduras en la cara, en los miembros superiores e inferiores, como si lo hubieran arrastrado..., y ese olor salvaje de una práctica extrajudicial, como en los viejos tiempos de la doctrina de seguridad nacional, que ejecutó a balazos al Estado de derecho en Honduras.

Hasta el misma Oficina del Alto Comisionado de la ONU de Derechos Humanos instó a “una investigación pronta, exhaustiva e independiente”, conforme a las obligaciones de derechos humanos del Estado, incluyendo el Protocolo de Minnesota sobre la Investigación de Muertes Potencialmente Ilícitas. Un señalamiento ante el rostro de la policía, que aún no se sacude los vicios homicidas de sus “medallas”, relumbrantes ante una ridícula y mediocre “depuración” policial.

Volvemos pues a los artilugios de las dictaduras, desparramada en las sombras de su fuerza institucional, con el amparo y confianza de un gobierno que apenas comienza a dar sus primeros pasos, y debe darlos bien dentro del Estado de derecho, porque es vital para que la democracia pueda funcionar es un deber garantizar la paz social, respetar los derechos humanos con su policía preventiva, con un poder judicial independencia y eficiente para juzgar y aplicar la ley, ¿o nos vamos de farra al estadio de los déspotas, a ver como se juegan el país?