Columnistas

El cumpleaños 197 de Honduras

El aniversario de la Patria se celebró con intensas jornadas cívicas en todo el territorio hondureño, donde se destacaron imágenes coloridas de la identidad nacional, el amor a los símbolos nacionales y el ejemplo de los próceres que lucharon por la independencia de la corona española, aquel histórico 15 de septiembre de 1821.

Este tributo a la ciudadanía me lleva a repensar con dolorosa urgencia en la frágil parcela en la que vivimos hoy, esa que se ve en su fondo cruzado de un momento crucial, violento, impune y corrupto donde se ve arrinconada, impotente y sin armas. Definitivamente, nunca la imaginé verla así, siempre la idealicé con otros brillos y luces de justicia para mis hijos y demás generaciones.

En este día de la independencia del 197, he soñado ver ese país ejemplar de transparencia, de decencia y de paz, en donde los que tienen colaboran con el más necesitado; sin embargo, no sucede así con los políticos que piensan y actúan en la elección de no trabajar para el bien común y buscan la finalidad de hacerse los nuevos ricos a costa del pueblo y que ese pueblo vive una vida mejor cada día más calamitosa.

Hoy más que nunca es necesario que la población hondureña vuelva por la independencia, por la liberación de la Constitución Nacional y por hacerla conocer en todos los niveles sociales, educativos, políticos, empresariales, respetarla y defenderla de quienes sistemáticamente violan sus artículos, derechos y garantías sociales.

En este natalicio nos encontramos en una situación compleja como en aquella de 1821, las divisiones internas entre el poder centralizado y sus ambiciones desmedidas; que, desde ese entonces, hasta el presente, vivimos etapas signadas por profundos resquicios instituidas por los poderosos que usan a la nación a fin de reprimirla y con el objetivo de someterla a un discurso falaz, servil y corrupto, con miras a falsificar la historia donde se ubican como salvadores. Honduras es de todos sin divisiones de ideologías, ni de origen ni de religión.

Sin duda alguna, Morazán nos ha dejado un legado de dignidad y de raciocinio con sus batallas y palabras: “…este país que abandono con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”. Tal y como les sucedió a los hermanos Cano de querer modernizar su comunidad y así nos sucede a muchos de nosotros por querer cambiar este sistema lleno de políticos corruptos.

Morazán fue asesinado con ese pensamiento, abatido en la soledad de un pelotón de fusilamiento que hoy de nuevo podríamos dar la vida y buscar la equidad y la justicia, buscando la ética convertida en prácticas concretas, y acabar con la cultura de la corrupción y revalorizar nuestras creencias de la honestidad en medio una vorágine de violenta crisis económica, falta de valores, ahogos en educación, salud e inseguridad aberrante, permeada por el crimen organizado de un Estado fecal desorganizado que celebra la “independencia” en donde se devela todos los días actos de corrupción, compitiendo a ver quién es más sinvergüenza y roba más.

En medio de las celebraciones, se implementa en mesas de caoba, con adornos de lisonjas, pensadores de ornamento, y políticos de bisutería, un diálogo sordo donde todos hablan, menos el que debe hablar. En pocas palabras, parece que la historia busca otro paladín centroamericano: aquel civil común que por las fuerzas de las circunstancias debió empuñar el sable.