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El covid persistente subestimado

Subir a la segunda planta de la casa puede parecer una carrera de fondo para un paciente que recién sufrió de covid-19; llega agotado, sin aire y solo con ganas de sentarse. La fatiga extrema es apenas una de las secuelas de esa terrible enfermedad que los médicos desdeñan y los jefes en las oficinas no toman en cuenta.

A veces ni el mismo paciente presta atención a los síntomas, aunque note que luego de pasar airoso de la enfermedad, le cuesta trabajo llevar la vida normal; una caminata en algún “mall”, mover muebles o levantar el botellón de agua lo dejan exhausto, como asfixiado. Si su jornada le exige esfuerzos físicos mayores, la situación es terrible, por supuesto.

}Con las variantes del coronavirus -que cambian nombre y reducen su gravedad-, la caída abrupta de las hospitalizaciones y la aplicación de vacunas con sus refuerzos, el ciudadano se ha envalentonado: da positivo por covid, y él, como si fuera un catarro, se recluye en casa un par de semanas, luego vuelve tan campante.

Después del miedo apocalíptico que nos implantó el coronavirus, la inquietud agrandada por el confinamiento obligado, las imágenes de enfermos terminales, los conocidos que murieron y las cifras horrorosas, cruzar por la enfermedad sin más complicaciones que una gripe, permite que la gente no repare en detalles “menores” como las secuelas.

Los médicos lo llaman “covid persistente”. Reúne una veintena de síntomas que siguen a los pacientes poscoronavirus -algunos más afectados que otros-, pero que agregan a la fatiga extrema un frecuente dolor de cabeza, náuseas, inflamación de articulaciones, dolores musculares y, en ciertos casos, problemas en las habilidades cognitivas.

No hay tratamiento para el covid persistente, pero sobra quien recomiende a los pacientes vitaminas y hasta antidepresivos, quizás, algo mejoran.

Pero si una persona quiere recuperarse inscribiéndose en el gimnasio, jugando potra o montando en bicicleta, termina consumido, con las articulaciones tronándoles y jaquecas que hacen insoportables hasta algunas series de Netflix.

La ciencia revisa tres teorías sobre lo que nos estaría pasando luego del coronavirus: primero, que el sistema inmunitario queda inflamado y las proteínas asociadas nos producen síntomas; en segundo lugar, la permanencia del virus semanas después de la infección; y tercero, un exceso de coagulación, que nos deja esos inmanejables malestares.

Algunos esquivamos por más de dos años la enfermedad y parecía que no nos iba a tocar; otros han tenido el virus asustándolos dos veces, y algunos hasta tres; pero se ha vuelto tan común que apenas se le presta atención, a pesar de que ha dejado casi 11 mil muertes en Honduras y 6.5 millones en el mundo.

Las cicatrices, las secuelas de la enfermedad, merecen atención porque afectan el trabajo y la vida personal del paciente, recordándonos que el coronavirus no es solo una anécdota.