Columnistas

‘déjà vu’ con la reducción de la pobreza

La ciencia nos explica que un ‘déjà vu’ es un tipo de paramnesia al sentir que ya se vivió o ya fue visto un lugar o situación que está ocurriendo en el presente. Aparentemente tiene que ver con el funcionamiento del lóbulo temporal y está relacionado con el almacenamiento en la memoria.

Al darse a conocer las cifras sobre la más reciente medición de la pobreza, no pude evitar sentir una especie de ‘déjà vu’ puesto que, oficialmente se viene midiendo la pobreza desde finales de los años ochenta del siglo veinte.

Contratado por un proyecto de agencias de las Naciones Unidas, nos tocó formar parte de un grupo técnico integrado por expertos internacionales y nacionales encargado entre otras tareas, de construir las primeras mediciones oficiales de la pobreza en Honduras para lo cual, utilizamos las investigaciones de campo de la Dirección General de Estadísticas y Censos (hoy transformada en el Instituto Nacional de Estadística).

Aplicando las metodologías del ingreso, de las necesidades básicas insatisfechas, los métodos mixtos, todos derivados de estudios publicados por la CEPAL, Banco Mundial y otros organismos, llegamos a las cifras -nada sorprendentes- de más del 68.5 de la población en situación de pobreza en Honduras en septiembre de 1988.

En los años y meses siguientes, continuamos construyendo esos cálculos; en septiembre de 1989 de nuevo un 68% de pobreza total. Y así sucesivamente, en mayo y septiembre de 1990 (primer año del presidente Callejas) 72.1% y 71.4%, respectivamente. Segundo y tercer año de Callejas el nivel de pobreza continuó en porcentajes similares. De pronto, en 1993 último año de ese gobierno, la encuesta de hogares reflejó un 64.4% de pobreza.

Fue inevitable experimentar un “dèjà vu” al publicarse las cifras que hablan de una reducción de la pobreza del 73% al 64% entre 2021 y 2023. Entre 1990 y 1993 hubo una reducción desde 72.1 a 64.4% y, afortunadamente ni los que estaban en el gobierno nacionalista ni los liberales en oposición (que ganarían los comicios de ese año) se afanaron por alegar méritos o, echar culpas. De todos modos, la pobreza seguía siendo alta. Han transcurrido más de tres décadas sin cambios sustanciales.

No importa con cuál de las metodologías midamos la pobreza. Cualquiera de las conocidas que tenga lo mínimo de lógica nos producirá el mismo resultado: Honduras tiene una vergonzosa cantidad y porcentaje de pobres.

En casos tan graves, no vale la pena utilizar recursos en seguir contando cuántos pobres más han surgido o, cuanto han superado los umbrales, lo verdaderamente urgente e importante, es combatir la pobreza en sus múltiples dimensiones.

Salgamos del pantano de medir y medir, sin hacer algo relevante que detenga el aumento del número de pobres y que, algún día, se logre disminuir en cada periodo el porcentaje y cantidad de indigentes. Cumplido eso, será productivo medir para evaluar los impactos reales, verificables -y no ficticios- de las políticas públicas y el esfuerzo propio de las familias para sobrevivir y superarse.

No se vale utilizar los datos de pobreza como subterfugios propagandísticos ni a favor ni en contra de los gobiernos. Tenemos que ser respetuosos con las personas que están sufriendo. En lugar de un dèjà vu repitiendo lo ya medido, exijamos no caer en la amnesia negando que la pobreza sigue siendo cotidiana como en un “jamais vu”.