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Celac o el fracaso de la integración

Pese a las enormes coincidencias políticas, económicas, sociales, culturales, lingüísticas y hasta religiosas de las naciones latinoamericanas y caribeñas, hasta ahora, todos los esfuerzos integracionistas han fracasado.

Finalizada la lucha por la independencia, hubo iniciativas patrióticas orientadas a hacer de América Latina y el Caribe un espacio compartido, así tenemos la Gran Colombia (1819-1831), la República Federal de Centro América (1824-1839) y la Confederación Perú-boliviana (1836-1839). El Congreso de Panamá, convocado por Simón Bolívar en 1826, quizás es el evento que mayor simbolismo representó en el esfuerzo unionista de las jóvenes naciones. El fracaso de este esfuerzo se le atribuye a errores en su organización, lo cierto es que fueron intereses internos y externos promovidos desde Estados Unidos la razón principal.

En los años de posguerra, bajo el impulso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se crearon una serie de organismos de integración, poniendo su acento en diversos temas de carácter económico, social y cultural. En un escenario contradictorio y de confrontación entre las dos superpotencias, la ONU, para desplegar su trabajo, funda la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La Cepal, desde su fundación (1948), caracterizó la economía mundial como un sistema compuesto por dos polos: el centro y la periferia. Los países agrupados en el centro corresponden a las economías desarrolladas, los países de la periferia se caracterizan por su situación de subdesarrollo, en este bloque se caracterizó a los países de América Latina. La lógica es sencilla, los países subdesarrollados venden barato la materia prima y alimentos y compramos caro los productos industrializados. Después de haberse constituido este organismo regional y gozar de mucha simpatía en círculos intelectuales y políticos, ahora casi ha pasado al olvido.

Otro organismo de integración ha surgido, de los muchos que hay en la región, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

En la última conferencia de este organismo fue electa presidenta pro tempore Xiomara Castro. En sus primeras declaraciones felicitó al presidente Putin de Rusia por su elección, además, demandó atención sobre la situación que viven los palestinos de Gaza y al caso haitiano. Lo anterior fue suficiente para que un grupo de países, cuya relación cercana con la política de Estados Unidos es inocultable, salieran al paso haciendo reclamos por lo declarado, aunque la presidenta Castro no lo hizo en nombre del organismo integracionista, apenas hizo referencia a su condición de presidenta de Honduras y de la Celac.

Se puede estar en desacuerdo con la política interna de la presidenta de los hondureños, pero reclamar por su postura y en la forma como lo hizo en los casos ya mencionados, expresa demasiado alineamiento con la política exterior de la gran nación del norte.

En tanto los intereses de América Latina y el Caribe no estén en la primera línea de prioridades y sea la visión ideológica la que defina la forma dirigir el destino de las naciones, será poco probable que podamos superar la condición de atraso y miseria que vive la población.