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Blue Lupin me hizo soñar

Hace apenas un par de semanas comenté en este mismo espacio sobre la importancia del hogar en el desarrollo del hábito de la lectura, y sigo sosteniendo lo que dije, sin embargo, un evento del que participé recientemente hizo que me diera cuenta de que, como todo en la vida, mi visión, al menos en lo que escribí, estaba incompleta. En ese momento escribí para una población probablemente muy urbana y de clase media o por lo menos con aspiraciones a serlo. No pensé en los niños de tierra adentro, de los pueblos, los que solamente conocen los libros a través de una mano externa que se los brinda. No pensé en los papás campesinos apenas alfabetizados o incluso analfabetas, pero que desean un destino distinto para sus hijas e hijos.

Afortunadamente, la vida ofrece correcciones a las visiones, al pensamiento o simplemente a los textos, a veces de manera casi inmediata, si se está lo suficientemente atento. Estuve presente en la divulgación de los logros de las bibliotecas Blue Lupin, un proyecto que desde hace diez años está creando en las niñas y los niños una cultura de la lectura, inicialmente en el departamento de Gracias, y posteriormente en Intibucá y Santa Bárbara.

Y más que los datos que leí y escuché, lo que me convenció del poder transformador de las bibliotecas Blue Lupin fueron las palabras de Meyber, una de las beneficiadas de este proyecto desde sus inicios. Lo primero que quisiera destacar es que sus expresiones hacia el proyecto no fueron más que un auténtico reflejo de su pensar y su sentir: todo agradecimiento. Por supuesto, también impresionó su calidad expresiva tanto oral como en la preparación de las palabras, fueron patentes de que ha sido una estudiante que le ha dedicado muchas horas a la lectura, y estoy seguro de que como ella hay muchos otros jóvenes cuyas vidas han cambiado significativamente en la última década.

Son miles de niñas y niños en decenas de comunidades los que han sido beneficiados con las bibliotecas Blue Lupin. Los que, en palabras de Salvador Madrid, asesor nacional de estas bibliotecas, se han transformado en personas más sensibles y, por supuesto, más críticas con el mundo que las rodea.

Blue Lupin ha logrado que sea visible lo que tantas veces se dice en esas pláticas que a veces tenemos los idealistas y que pretenden resolver el mundo: que los niños tengan un espacio de verdadero acercamiento a la cultura a través de la lectura y que generan un verdadero espacio de crecimiento intelectual y de amor por el conocimiento.

Lo segundo que me impactó de Blue Lupin es el modelo que ha implementado. No se importó una biblioteca ajena a la comunidad ni se impusieron unas lecturas. Se les consultó a los niños sobre lo que deseaban leer y sus respuestas, como no podía ser de otra manera, fueron las mejores. También se les preguntó por el modelo de biblioteca que deseaban. ¿Las respuestas? Enternecedoras, inteligentes, mágicas, pero sobre todo útiles y prácticas. Pienso que muy posiblemente esa es la razón de que haya sido hasta hoy un proyecto tan exitoso.

Y aunque suene predecible lo diré: urge que se replique por todo el país este modelo en el que el libro no está secuestrado en manos de una bibliotecaria sino al alcance de las niñas y los niños, además, que sean espacios seguros. Y sé que una sola mano no podría, pero creo que esto es tan bueno que la conjunción de fuerzas vale la pena absolutamente.