Columnistas

El próximo sábado 22 de julio acompañaremos la Marcha por la Defensa de la Niñez y la Familia. Nos convoca nuestra Iglesia por medio del arzobispo Nácher Tatay, para unirnos con la Iglesia Evangélica, con todos los credos religiosos y con cuanto compatriota, creyente o no, compartamos el anhelo por una Honduras con futuro para todos sus hijos.

Muchos vestiremos camisas blancas, un color que nos une en la diversidad y con el que simbolizamos la determinación por la paz, la libertad y la justicia en nuestro amado país. La patria de todos, obligada a proteger a los más vulnerables y a hacer de la equidad un compromiso general de obligatorio cumplimiento.

Nos corresponde asumir nuestros deberes patrios: luchar contra la corrupción, el desempleo, la crisis educativa y de salud, tan cruelmente ensañándose en los pobres, más del 70% de la población. Pobres por la negligencia y escasa visión de los dirigentes en diferentes gobiernos, siendo un país bendecido con grandes riquezas.

Camisas blancas, el mismo color con que este gobierno ha anunciado en desafortunada comunicación será el de las camisetas con que uniformarán a “los reclusos y criminales”. Ahí con ellos, también a la mayoría, una de inocentes según nuestra Carta Magna, por no haber sido condenados. También por las falencias de nuestro sistema de justicia, que hace a inocentes, sin culpa alguna, presos en esos lugares de horror, convertidos en tales, no por los mareros, sino, precisamente por la incompetencia y corrupción de nuestros dirigentes.

Es de estar de acuerdo con una educación sexual a los niños, acorde a su edad, para que no caigan en embarazos infantiles, para que sepan cómo protegerse de abusadores heterosexuales y homosexuales, pero de ninguna manera para ser objeto del fomento de la homosexualidad, de relaciones sexuales tempranas o de perversidades. Respeto. Honduras nos exige la defendamos y promovamos en ella la paz, la justicia y la libertad por la que usamos los viernes camisas blancas.