Columnistas

Aspiramos a que nuestro país sea un real Estado de derecho. Una nación en donde todos, sin excepción, estemos sometidos al imperio de la ley y en el que los derechos fundamentales estén garantizados.

Que aquí todos seamos hombres y mujeres de leyes. Aún es solo eso, aspiración.

El andamiaje legal existe. La profusión de leyes hondureñas no tiene parangón, pero la inseguridad jurídica como la impunidad, son cotidianas.

Que tal derecho conste en una norma, no es certeza de su acatamiento. Hay avances y esfuerzos públicos y privados, pero son insuficientes.

Aspiramos a más, soñamos con un verdadero estado de derecho. Nos quejamos y peleamos por el respeto a la ley. Exigimos que la Constitución de la República sea venerada, que nadie la quebrante.

Porque enmarcando nuestros actos en la ley, podemos vivir en paz y desarrollar nuestro potencial, individual y colectivo.

Un error del actual primer mandatario, aun con logros importantes y superiores a los de otras administraciones, es su propensión a irrespetar la ley. Eso es gravísimo.

La imposición de la reelección lo evidencia. ¿Que haría con más poder absoluto? ¿Por cuánto tiempo? Y ahora como republicanos, seguimos sacudidos por el llamado de otro aspirante presidencial a tomarse la justicia en sus manos si el resultado electoral no le favorece.

Induce a la aplicación de la ley de la selva, contraria a un Estado de derecho, ¡el que aspira a dirigir! O sea, que no tan en el fondo, pueden ser iguales o peores que lo que condenan. Es falso que los sondeos de opinión fidedignos revelen triunfos o empates técnicos.

Quizás si pensaran más y hablaran menos, si tuvieran un poco de humildad y trataran de informarse y aprender un poco.

Tienen tiempo para ganar, pero por ahora cada día que pasa y cada palabra que dicen, en vez de acercarlos a la victoria, los aleja. Es sujeto a la ley como se es libre. Pero, pase lo que pase, deben respetar la ley y asegurarnos que de ser presidentes de la República serán adalides, no tiranos.