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l narco enloquece a la policía de frontera. Cada noche cruzan de territorio mexicano a estadounidense cientos de drones ––“zumbadores”, nave aérea no tripulada–– que portan kilos de droga en la silenciosa oscuridad de un negocio ilícito que asciende a US$ millones (dependiendo de circunstancias y calidad, dos libras de cocaína pueden valer en Nueva York 80 mil dólares).

Hace poco estaciones de depósito de combustible estallaron en Arabia Saudita alcanzadas por drones que portaban misiles de mediano poder, no como los exóticos y de alta resolución que emplea EUA para asesinar líderes árabes “terroristas”, siendo el caso más cercano el hijo de Bin Laden.

Es espacio de fascinante y veloz tecnología. Sugerí a mi hermano Jorge Alberto (el padre nos dio nombres históricos), vendedor de drones, que inventara un seguidor de personas, o sea que el dron vuele filmando lo que hacemos. “Se produce hace años”, respondió. “Hacete rico”, dije, “creá un detector para que nadie sea espiado contra voluntad” (en verdad nadie lo es) y me envió un catálogo de tales artefactos. Peor, adjuntó el video de un dron que captura con redes a otro invasor y lo lleva a su guarida para examinarlo. La mejor arma actual de Rusia es un dron portador de cabeza nuclear, indetectable por navegar a baja altura. La cursilada más dramática es la de Juancito, que compró a Israel drones militares. Los cabezadura que van a conducirlos los estrellarán a la primera volada.

Verónica Milla advierte en “Digitalización de Agricultura” (Alainet.org): “La Agricultura 4.0 usa robots, drones aéreos y acuáticos, tractores auto-pilotados, inteligencia artificial, sensores eléctricos, biológicos, acústicos, visuales, olfativos e imágenes híper-espectrales. Quien posea esos datos encabezará la tendencia de producción agrícola. En la convergencia para el control de la producción agrícola John Deere es paradigma, pues desde 2001 compra información de semillas y agrotóxicos. Hoy puede combinar la información del posicionamiento geográfico y de la robotización de sus máquinas con la información genética y química que adquirió en los últimos 18 años”.

Lo que implica que, gracias a tecnologías de punta, multinacionales como BASF, Dow, Monsanto, DuPont y Bayer podrán hacerse dueñas tanto del negocio de producción agrícola ––alterando a gusto los procesos de la cadena de seguridad alimentaria–– como de
propiedad de la tierra.

Sabrán desde el aire ––diluvios de vida y muerte–– lo que afecta a tierras y cultivos: lluvias, aguas subterráneas, plagas, enfermedades, drenajes, cuencas, “empleando drones aéreos que detectarán cultivos y malezas, distribuirán nutrimentos y plaguicidas (…). Ya hay máquinas que pastorean, vigilan plantaciones de palma y monitorean plagas. Hay cíber-insectos que controlan cultivos y se supone sustituirán polinizadores naturales. Drones sumergibles controlarán cercas eléctricas y jaulas móviles para maximizar rendimientos de cría y captura de peces. La invasión de máquinas inteligentes en cuencas y océanos puede terminar cercando al último ámbito del mundo, el mar abierto, dejando en vulnerabilidad a 10% de la humanidad, que son los pescadores no industriales”. Todo en inicio por un dron.