Columnistas

Cuando los políticos pierden la vergüenza

Si hace poco era un don nadie y mírenlo ahora como vive, es una expresión común de la gente de a pie. Siendo diputado, ministro o funcionario público de alguna relevancia, lo más seguro es que ahora exhibe bienes y un estilo de vida que habitualmente no se obtienen con trabajo honrado.

A los pocos meses de estar trabajando con el gobierno, no solo liberaron la hipoteca de la vivienda, también compraron casa de campo y, además, tienen apartamento en Miami para ir a darse un chapuzón a las bellas playas de la ciudad del sol. En una época de crisis social, la política se ha convertido en una de las pocas actividades de ascenso social.

No se ha hecho un estudio acerca del origen de la riqueza en los últimos tiempos, pero se percibe que, en la actualidad, son más los que se hacen de grandes fortunas a costa del presupuesto nacional y de entrega de los recursos naturales del país, que aquellos que, prosperaron con actividades formalmente licitas. En este último caso, los hay que han heredado una fortuna desde dos y hasta tres generaciones, pero que, en la actualidad tienen que reinventarse para no perder su estatus. Vivimos un modelo económico extractivo y altamente concentrador, que, sin ningún tipo de ética ni moral, sus promotores, están poniendo en peligro hasta el sistema que lo engendró: el capitalismo.

El deterioro que vive la política está motivado por la creciente tendencia del capital subterráneo e ilegal a invertir en los procesos electorales para influir de manera directa en el poder.

No hace muchas décadas, los políticos estaban al servicio de los grandes empresarios, recibían coimas por sus servicios prestados en aduanas, por la aprobación de leyes, aligerar un pago u otros trámites. Con el tiempo eso cambió, los políticos empezaron hacer para ellos lo que antes hacían para otros y así fue surgiendo un grupo de políticos empresarios que pronto empezaron a meter las manos en cuanto espacio se presentaba para robarle al Estado, que es lo mismo robarle al pueblo.

En el pasado, los ladrones, los famosos carteristas se cuidaban que nadie los estuviera viendo para llevar a cabo sus fechorías, ahora no, te asaltan y con pistola en mano te amenazan y si tienes suerte, salís con vida.

Así eran los ladrones de cuello blanco, los que le robaban al Estado, procuraban no dejar huella, ahora eso ha cambiado, roban en plena luz del día y hasta aprueban leyes para que no se les investigue y salir de la administración pública, como honorables servidores de la patria. En estas condiciones la política y los políticos han entrado en una etapa de mayor descrédito y con menos capacidad de representación, esto abonado por un modelo económico que le ha quitado funciones al Estado y con ello menor capacidad para resolver problemas de la población.

Una nueva generación de políticos ha surgido con la obtención de dinero fácil, producto de actividades ilícitas y altos niveles de corrupción, cuestión que ha permitido una mutación, de grupos económicos tradicionales vinculados a la producción, a grupos económicos parasitarios que han pasado a controlar el poder de la nación.