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Cuentas claras o cuentas falsas

Núremberg, 5 de septiembre de 1934. Una multitud aclama a Adolf Hitler a su llegada a la ciudad ‘más alemana de Alemania’, como le gustaba llamarla al canciller germano. Durante siete días, más de medio millón de militantes y simpatizantes asistieron a los actos de celebración del partido nacionalsocialista en una sucesión de inflamados mítines, grandiosos desfiles y espectaculares ceremonias, diseñados para reforzar el culto al Führer, complacer a sus seguidores, seducir a los escépticos y amedrentar a los opositores”. La propaganda funciona.

Si esta tiene un motor de empuje, por ejemplo, un tema de interés general, funciona mejor. Y si le añadimos un combustible psicológico al motor habremos creado una poderosa máquina propagandística. Esto mismo hicieron los nazis a partir del 13 de marzo de 1933, cuando Goebbels se puso al frente del Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, primer organismo de esta clase creado en Alemania. La propaganda ha sido utilizada en mayor o menor cuantía por todos los gobiernos del mundo. Los motores de empuje son de variado cilindraje y los combustibles a cual más inflamable.

La propaganda en sí misma no es mala, siempre y cuando cumpla dos principios fundamentales: que diga una verdad clara y que su intención sea fácilmente identificable. En estos días nos hemos dado cuenta por la empresa Twitter de que miles de cuentas fueron creadas desde una misma dirección IP (Protocolo de Internet), destinadas a actividades propagandísticas relacionadas con la imagen del ciudadano presidente de Honduras.

No tenemos inconvenientes en que él quiera elevar su desgastado perfil público, pero el calificativo de falsas y la intención política claramente establecida por la empresa Twitter hace quedar muy mal parado a todo este gobierno.

Esto es serio no solo por el mal uso de la propaganda, sino por los recursos que se necesitan para alimentar miles de cuentas retuiteando mensajes presidenciales, irrumpiendo en otros sitios públicos y privados, masificando una imagen construida en la arena de la falsedad, tal como lo hiciera Goebbels con Hitler. Resulta fácil identificar el lugar de esta IP y no nos sorprendería encontrar una infraestructura física y logística impresionante, seguramente pagada con dinero del público. Y solamente hablamos de las cuentas de Twitter. Las de Facebook y demás redes sociales seguramente son muchas más. La manipulación de los medios de comunicación en tiempos de crisis es un hecho innegable.

En España, como ejemplo reciente, el gobierno ha entregado fondos públicos a compañías televisoras en forma de “ayuda”, dejando clara cuál es su intención de fondo. La desinformación, la apología del miedo, el lenguaje bélico, sembrar dudas, confundir, crear pánico, levantar perfiles heroicos, desacreditar a los verdaderos héroes, crear burbujas mediáticas, parcializar o esconder información y otras formas propagandísticas tienen el siniestro objetivo de condicionar el comportamiento social o político. En plena crisis sanitaria necesitamos líderes, voceros, periodistas, científicos, medios de comunicación y sobre todo presidentes que digan la verdad.

Si la propaganda es para sacar provecho personal, mintiendo, entonces tengo el deber de recordarle a los propagadores que, según la historia, el régimen nazi llegó a su fin y con él su ególatra líder. Hoy, más que cuentas falsas, los hondureños queremos cuentas claras