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Bukele y sus medias verdades

no de los problemas que tiene la izquierda latinoamericana es la ausencia de un liderazgo capaz de adaptarse a las nuevas formas de lucha por el poder, por eso recurren con frecuencia a líderes improvisados, cuya ascendencia, en muchos casos, provienen de los círculos del poder tradicional o son personas que surgen del anonimato, estos últimos, utilizan una estrategia con un guión previamente elaborado para ser desarrollado en su propósito de escalar posiciones. Esos personajes son excéntricos; raros, extravagantes y fuera de lo normal, se presentan como novedosos y capaces de romper con todo encuadramiento ideológico, aunque si les conviene, se presentan como leales a principios y conceptos vinculantes con la izquierda.

Un ejemplo de lo anterior es el caso del presidente de los salvadoreños, Nayib Bukele, quien militó en las filas de la izquierda. Siendo alcalde del municipio de Nuevo Cuscatlán, por el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, conocido como FMLN. Cuando mantenía su compromiso con la izquierda, llegó a la alcaldía de San Salvador; en este contexto, dijo que “su corazoncito estaba al lado izquierdo y que nunca lo verían en las filas de ARENA o GANA”, al final, llega a la presidencia de la nación por esta última organización partidaria, misma que es conocida por su ideología conservadora.

En su primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), posterior a la reunión que tuvo con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, fue implacable en su crítica al organismo mundial, desde luego, lo hizo criticando la falta de actualización en temas que tienen que ver con el uso de las nuevas tecnologías, aspecto al que le dedicó toda su intervención, sin que hablara de los problemas del pueblo salvadoreño y sin que profundizara en las verdaderas causas que determinan los problemas del organismo mundial. Se cuidó de no señalar que, en parte, la falta de dinamismo de la ONU se debe a la existencia de una estructura antidemocrática en la toma de decisiones. Un Concejo de Seguridad integrada por cinco miembros permanentes y 10 no permanentes, con el agravante de que las grandes potencias que votan tienen también el derecho al veto, que es una manera de inhabilitar las decisiones que se adoptan.

Estados Unidos ha vetado resoluciones del Consejo en torno a los territorios ocupados por Israel en más de 40 veces. Ha promovido y participado en guerras en el Medio Oriente, aun en contra de las resoluciones de la ONU y se niega en forma sistemática a asumir compromisos con el tema del cambio climático.

Pretender que con el solo uso de las redes sociales la ONU se democratizará y se volverá un organismo más eficiente es tener una visión muy corta y comprometida. Hace falta una reestructuración profunda y darle a la Asamblea General mayor capacidad de decisión, una mayor asignación de recursos y respeto de las grandes potencias por las decisiones que se adoptan en seno del organismo mundial. Si los países desarrollados respetaran la Carta de fundación del organismo universal, las condiciones de vida de los pueblos serían diferentes.