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Reflexionar para salir del error y el victimismo

Desde hace algunos años estamos en Honduras con una polarización extrema. Dos grupos enfrentados, con posturas dispares y con una lista de agravios difícil de eludir. Semejante a la situación de una pareja al borde del divorcio.

En estas circunstancias lógicamente ambos están heridos y enojados.

El esposo infeliz y amargado recuerda las cosas terribles que su esposa ha hecho, y las razones por las cuales no puede vivir más con ella.

La esposa agobiada y desilusionada, por su parte, puede describir todas las formas en que su esposo la decepcionó. Cada uno tiene una larga lista de cambios necesarios -para la otra persona-.

En estas circunstancias las posibilidades de reconciliación son escasas.

Cualquier situación de enfrentamiento y polarización no tendrá expectativas de solución hasta que llega el momento luminoso de descubrir que el problema no son los demás.

El conflicto nace de una postura equivocada en cada uno de los actores del conflicto. No podemos cambiar a la otra gente, solamente y con dificultad a nosotros mismos.

Pero cambiar es difícil, significa reconocer con humildad los propios errores y equivocaciones. Cambiar requiere un gran compromiso con la justicia y la verdad. Sobre todo darse cuenta de la falta de santidad y perfección en cada uno. El perfecto a los propios ojos es una fuente constante de tensión y violencia, pues exige a otros una impecabilidad irreal existente solo en su mundo de fantasía.

En este sentido, me gustó y estoy totalmente de acuerdo con el pronunciado de la Conferencia Episcopal de Honduras. Lo veo como un acertado llamado a la reflexión de todos los sectores de nuestra sociedad. Lejos de entenderlo como un señalamiento de culpabilidades, lo percibo como una invitación a la reflexión personal y veamos si estamos haciendo las cosas en la línea correcta. En caso de descubrir que no es así, reaccionar.

Para mí, la reacción incómoda de algunos sectores ante este pronunciamiento solo deja en evidencia a los causantes de la intolerancia.

Son los supuestos intocables e irreprensibles, poseedores de un estatus por encima de todo y de todos, con carnet de incorregibles.

Más propensos a gastar el tiempo en ver los errores ajenos que en enmendar sus equivocaciones. El victimismo es una característica propia de estos presuntos inocentes.

La mejor manera de arreglar nuestro país es comenzar por nosotros mismos. Hacer una profunda reflexión y preguntarnos si estamos siendo justos con los demás. Cumplir de la mejor forma con nuestros deberes. Poner la propia casa en orden antes de querer poner la de los otros en su lugar.

El que hace el mal tarde o temprano termina ciego y esclavizado a sus mismas
equivocaciones.

En esa situación extrema, se termina llamando bien al mal y al revés. Estamos todavía a tiempo para evitar caer en esta situación