Columnistas

¿Qué gobernante en el mundo cuya locuacidad, palabrería o charlatanería la llamarían unos, no ha generado problemas? ¿A ellos? Se lo buscaron. Lo lamentable es que quienes enfrentan los desaciertos de su condición verborreica son los pueblos. Pueblos confiados, que no cuestionan, que el que una persona se le aparezca en todos lados no la hace idónea para dirigir los destinos de una nación. Caro pagan en elegir por estar en contra, no a favor. Cuando la idea es que los mejores gobiernen, los más preparados, los que están determinados a transformar las estructuras injustas y los que son honestos. Pero pareciera que ello importa poco, seguro es solo un virus pasajero.

Causa estupor saber de cierto tipo de dirigentes, líderes se autodenominan, por quienes se decantan grandes capas de las poblaciones. No les importa cómo esos seudolíderes tienen los valores invertidos y de lo que pueden llegar a montar para engañar a las gentes ofuscadas por su diario vivir.

Nada sirve lo inconveniente a los intereses nacionales con tal de que no llegue el que no les gusta. No el que no les parece por sus incompetencias para gobernar. Si no porque les cae mal o no les atenderá el clientelismo que los anima.

Sorprendente más allá de lo esperado, el que existan hondureños que celebren y difundan el irrespeto que un recién electo gobernante foráneo vociferara contra el Presidente de nuestro país. Pobrecitos nuestros hermanos pipiles. Lo que les espera. Por la víspera se conoce la fiesta.

Sostengo que la elección de JOH contravino nuestras leyes, como también que la codicia llevó a los otros candidatos presidenciales a legitimarlo. Es el Presidente de Honduras. Que no vengan extranjeros a insultarnos.

Mucho valoraba a Chávez Frías, hasta que le dio por ofendernos. Y aquellos malinchistas que entonces le aplaudieron como al oportunista que ahora llega a desgraciar a nuestro vecino hermano, seguirán igual: en amargura crónica y total. Sin contribuir a cambiar lo que tiene que ser cambiado.