‘¿Y a vos quién te dijo que sos analista político?’. La pregunta era inquisitiva y, además de demandar información, tenía tono hostil.
Acostumbrado desde hace muchos años a participar en foros públicos, seminarios y debates de radio y TV, como asistente, moderador y productor, sabía bien que evadirla dejaría un mal sabor al interrogador y responderla no garantizaba su satisfacción, es decir, no había manera de quedar bien con él. Pero nobleza obliga y hoy amaneció soleado.
Cuando tenía nueve años de edad debí aprender a guardar el equilibrio en mis puntos de vista, pues comencé a anotar partidos de beisbol en la liga infantil de mi ciudad. Además del arbitro en el terreno, el anotador que se encuentra en la gradería o una caseta especial para él, cumple un importante rol pues deja constancia del desempeño de cada jugador en su posición defensiva y ofensiva, es responsable de apoyar la labor del juez y también compila la suma de datos estadísticos que surgen de las incidencias de un partido, todo ello siguiendo al pie de la letra los reglamentos oficiales del deporte. No era necesario ser un adulto para desarrollar esta labor, pero sí saber aplicar las reglas con justicia y determinación, pues no faltaba quien cuestionara la decisión de un chiquillo al adjudicar este un hit o un error en una jugada. Fui anotador de beisbol y jefe de estadísticas federado durante casi dos décadas más, en las cuales mantuve con firmeza la misma actitud de ecuanimidad y justedad.
Por mi afición a la escritura, llegué a estas páginas en 1996 y me he mantenido en ellas desde entonces, con pausas obligadas por actividades laborales que demandaban no emitir opinión que comprometiera la de
mis empleadores.
En esos lapsos, propuse a los editores utilizar seudónimo -a la usanza de otros autores durante siglos pasados- pero me disuadieron de ello por alejarse de las
políticas del medio.
Fue entonces que entendí que no había necesidad de silenciar ni camuflar la pluma si era equilibrado y respetuoso al esgrimir mis comentarios sobre la realidad que observaba. Con el paso del tiempo fue este estilo el que llamó la atención de quienes me invitaron a comentar elecciones en la televisión y luego de todo aquel reportero que pedía mi análisis sobre el acontecer político nacional e internacional. En esas fechas yo ya era catedrático universitario y tanto mis estudios de posgrado, aficiones personales como experiencias laborales con organismos internacionales me obligaban a investigar de varias fuentes y analizar procesos políticos, económicos y sociales, sumando conocimientos sobre relaciones internacionales, política global y política interna y externa del país.
Ya entonces hacía análisis de contexto, análisis político prospectivo y de economía política para brindar recomendaciones a actores clave extranjeros y nacionales, para compartir mi opinión a medios de comunicación locales e internacionales, y también para mi propio solaz y esparcimiento.
Así pues, ante la pregunta de mi inquisidor -y de “trolls” en redes sociales- solo puedo responder: “Nadie, ¡pero ustedes no saben cómo lo disfruto!”.