Columnistas

Éxodo interior

Aparecen en Internet, en las páginas de reconocidos diarios del mundo, fotos de la caravana bautizada como Viacrucis del Migrante que ha cobrado dimensiones altamente mediáticas desde marzo de este año.

Me llama la atención una en particular: la foto de un hondureño exhibiendo la bandera de cinco estrellas y tres franjas horizontales. La escena es un simbolismo, y algo más pues más de la mitad de los partícipes de dicho recorrido hasta la frontera estadounidense son hondureños.

Los diccionarios definirán éxodo como una marcha de un pueblo o de un grupo de gente del lugar en que estaban para buscar otro lugar en el cual establecerse, el corazón de estos compatriotas lo definirán como el abandono obligado de los sueños en su tierra por sus sueños en otra. Este éxodo no es más que la materialización de un éxodo interior, de un primer abandono, de lo que éramos por lo que se nos obliga a ser.

Lo natural es querer no abandonar el terruño, y si un día se deja no en las condiciones en las que día a día tantos dejan sus familias, sus casas, sus barrios, sus pueblos, sus ciudades y sus países. El éxodo interior empieza el día que alguien se da cuenta en que sus sueños aquí quizá no se vean materializados, el día en el que se sintió amenazado por primera vez, el día en el que no tuvo que darle de comer a sus hijos, el éxodo interior comenzó para el joven que levanta la bandera hondureña en México en el Viacrucis del Migrante posiblemente hace muchos años. Cuando le tocó despojarse de lo que soñó para él y los suyos en este país.

Tal es la desesperación que la tierra prometida no es tan prometida y aun así se camina hacia ella, pues allí la leche no es tan leche y la miel no es tan miel, pero la hay y aquí no, esto en alusión al éxodo judío de la tierra de Egipto.

Ellos ya van de camino, pero quedan aquí millones de compatriotas (basta contar el número de pobres y extremadamente pobres para conocer la cifra exacta), que comienzan su éxodo, que poco a poco se despojan de su anhelo, que no es mucho: el bienestar.

Volvamos al hombre que levanta la bandera de Honduras en la fotografía. Es posiblemente la esperanza de su familia, y como familia debe entenderse, hijos, pareja, padres, hermanos, abuelos y hasta primos y tíos; como cada uno de los que se van. ¿Qué pasa si no logra su objetivo? ¿Acaso comienzan estos esperanzados en él a perder de a poco lo que son?

Se ha convertido en un hecho político, que despierta diversas opiniones, pero es sobre todo de un hecho humano que merece ser tratado como lo que es. De la casa, de la casa que se ama uno solo se va si lo amenazan, si un huracán acaba con ella o si se nos cae a pedazos. Concluya usted mismo.