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Desarrollo económico, corrupción y pobreza

La mayoría de los países en el mundo tienen como un objetivo primordial de sus políticas de desarrollo lograr un crecimiento económico alto y sostenido. Desde un punto de vista estratégico, el crecimiento tiene que ser consistente durante un buen número de años para que efectivamente pueda surtir los efectos positivos que se buscan.

No obstante lo anterior, el objetivo final no es crecer por crecer sino que lograr que el crecimiento económico se traduzca en un desarrollo económico sostenible basado en tres pilares: económico, social y medioambiental. Dicho de otra manera, que permita mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los habitantes, preservando el medio ambiente.

Para lograr el desarrollo se necesita un marco institucional sólido y que funcione en forma efectiva, manteniendo la independencia de poderes, garantizando el respeto a la ley y a la propiedad privada. De esta forma se logra atraer la inversión para impulsar el crecimiento y generar empleo, complementado con políticas públicas que hagan que el beneficio se derrame hacia la mayoría de los ciudadanos, traducido en servicios eficientes y de calidad en seguridad, salud y educación y una infraestructura que permita a los agentes económicos competir en los mercados.

Sin embargo, la corrupción se ha constituido en uno de los principales flagelos que afecta a los gobiernos de muchos países. En términos generales, existe consenso de que las formas típicas de corrupción son la malversación, fraudes, licitaciones amañadas, patrocinio y nepotismo. El fenómeno de la corrupción en la actualidad suele verse como una epidemia de carácter mundial, pero existen países donde su nivel de tolerancia o sus esfuerzos por combatir la misma evidencian su grado de madurez y la fortaleza de sus instituciones.

Existe una aceptación generalizada sobre el efecto dañino de la corrupción al desperdiciar recursos por proyectos o compras sobrevalorados o por la deficiente calidad de las obras, productos o servicios que se prestan, todo para acomodar los pagos que tienen que hacerse a funcionarios públicos y así compensar por los favores recibidos. El caso de Odebrecht retrata en toda su dimensión los tentáculos de la corrupción y su institucionalización, al haber formado esta una empresa que se encargaba de efectuar los pagos de los sobornos en distintos países.

La contraparte de lo anterior es que países como Honduras tienen un reto enorme para reducir los niveles de pobreza y mejorar las condiciones de vida de gran parte de su población. Existe un criterio unánime en el sentido de que para reducir la pobreza, el hambre y la inseguridad alimentaria es fundamental movilizar recursos y usarlos sabia y transparentemente, a fin de lograr su máxima efectividad. Las organizaciones mundiales sostienen que para lograr una reducción sustancial y sostenible de la pobreza se requiere de programas focalizados y de largo plazo, con los objetivos siguientes: aumentar la seguridad alimentaria; mejorar la disponibilidad de vivienda y de servicios básicos; crear oportunidades de empleo; facilitar el acceso de los pobres a la tierra, el crédito, la tecnología, la capacitación y los mercados; mejorar las condiciones sociales en las áreas rurales para detener la migración hacia las ciudades principales; ampliar la cobertura y mejorar la calidad de los servicios básicos en salud y educación.

El uso eficiente y transparente de los recursos públicos, que siempre serán escasos, es de vital importancia para que el gobierno atienda las necesidades básicas de la población y así evitar lo que ha sucedido en otros países, donde la desilusión de los ciudadanos ha llevado al poder a líderes mesiánicos, que lo que han hecho es destrozar la economía, repartir bonos, boletas de racionamiento y otras granjerías, con el objetivo de crear una dependencia económica y política y convertirse en dictadores.

En Honduras, las remesas familiares han sido un enorme paliativo para atender las necesidades básicas de miles de hondureños y para mantener estable nuestro sector externo, pero a costa de la fragmentación familiar y de los riesgos que corren nuestros compatriotas en su periplo hacia otros países. La lucha contra la corrupción debe continuar a todos los niveles, pero necesitamos convertirnos todos en un elemento de cambio positivo.