Cartas al editor

Al IHSS: mi hija merece vivir

A mi hija, Gissela Alejandra Centeno López, la vida se le complicó desde su nacimiento: con sólo 11 meses de edad debió someterse a un trasplante de hígado. Ella nació con atresia biliar, que provoca que la bilis se le aloje en el hígado.

Cuando se le detectó a sus dos meses de vida, ya estaba muy avanzada, lo que le provocó una cirrosis hepática que la llevó a ser trasplantada sin haber cumplido un añito. Buscamos todos los medios y se pudo realizar -con cientos de esfuerzos- en España, ya que en Honduras no se realiza. Gracias a esa operación, Gise ahora tiene cinco años, cuando la esperanza de vida de quienes sufren de esta enfermedad es de apenas dos años.

Ella está obligada, de por vida, a tomar inmunosupresores, para que su organismo no rechace el hígado donado. Además, debe realizarse unas pruebas para ver su respuesta al medicamento (tacrolimus); pero ahora estamos estancados.

Desde hace dos o tres meses, no recibimos el medicamento que necesita. Simplemente, me dicen: “No hay”. Esa es la respuesta, “no hay” y la excusa es que están desabastecidos, insistimos y no cambian la respuesta.

Es algo frustrante, da rabia, preocupación... Gisselita depende de ese medicamento para sobrevivir.Yo tengo una pequeña reserva, pero, ¿cuándo se acabe? No se consigue en el país y en España solo se vende bajo estricta receta médica.

Tampoco le aplican las pruebas que mencioné, porque simplemente dicen que no las hacen, y nos obligan a pagarlas en laboratorios privados. Cuesta entre 2,500 y 3,000 lempiras, pero gracias a la Fundación Hondureña para la Salud Hepática (Funhepa) nos han dado un descuento y pues pagamos 1,500 lempiras, que siempre es dinero.

Como mi niña es la única que padece esto, siento que no es prioridad para el IHSS, que ya una vez me la entregó desahuciada. Ella necesita su tacrolimus y uno recurre al Seguro Social, porque es su obligación cuidar de la salud de todos los hondureños.