Opinión

Una fuga de cerebros inevitable

Cada día podemos escuchar frases como “Honduras necesita personas que quieran trabajar” o “Necesitamos jóvenes que luchen por nuestro país”. No obstante, no es que se haga caso omiso a estas peticiones sino que los jóvenes no encuentran la oportunidad de poner en práctica sus deseos de trabajar y su patriotismo.

Año tras año numerosos jóvenes deciden salir del país en busca de una mejor educación, con la esperanza de que al regresar tendrán no solo una ventaja competitiva sino que de alguna manera podrán contribuir con el desarrollo y crecimiento de Honduras.

Tristemente, a su regreso se encuentran con obstáculos y fronteras más allá que las que delimitan la forma de pensar del hondureño, la escasez de trabajo, la falta de puestos ajustados a perfiles específicos; sin mencionar el raquítico salario que es ofrecido a los recién egresados de todas las carreras universitarias.

Sabemos que los recién graduados de cualquier profesión no poseen un amplio conocimiento y experiencia en su campo, aunque también se debe considerar el hecho que la mayoría pasa aproximadamente cinco años estudiando arduamente una sola cosa. Aquí entra en discordancia el primer empleo con la experiencia. ¿De qué manera podremos garantizar que los jóvenes adquieran la suficiente experiencia para desenvolverse eficazmente si no se les puede brindar la oportunidad de trabajar por primera vez?

¿Cómo queremos retener el talento humano en nuestro país? Si cada día innumerables compatriotas deciden abandonar el país en busca de mejores oportunidades, ¿cómo queremos que los jóvenes ilusionados regresen con ansia de mejorar este país?

Las naciones que conceden becas de estudios incitan y se aseguran de que los jóvenes que salen regresen a su país de origen; lo que no saben es que no quieren regresar por temor a la realidad. El ver sus sueños y esfuerzos quedar abandonados en una pila de currículos en las empresas.

La labor de retener el talento humano no es solamente del gobierno o de la empresa privada, es una labor de cada uno de nosotros.

Si queremos evitar que el próximo Albert Einstein, Steve Jobs o Salvador Dalí deje nuestro país por falta de oportunidades, debemos analizar seriamente el trayecto que están siguiendo los jóvenes y tenderles la mano para no solo asegurar su mejor futuro, sino el nuestro también.