Opinión

Visión de país

En enero del 2010 el Congreso Nacional aprobó un plan de nación 2010-2022 y una visión de país 2010-2038.

A simple vista hay algo en cuanto a la duración que no se entiende, a tal punto que el doctor Joseph Malta comenta lo siguiente: “En el entendido de que el Plan de Nación va hasta 2022, ¿qué inercia operará para que en los siguientes dieciséis años la visión de país se cumpla?”. (Página 13, El Heraldo, 5 de febrero 2012).

Según el decreto aprobado en el 2010 se entiende por Visión de País “La imagen de país a que aspiramos para el año de 2038 marcando un horizonte hacia el cual deben trasladarse las sucesivas administraciones públicas, que se inician en el presente periodo de gobierno”. En pocas palabras es la Honduras que queremos tener en 28 años a partir de enero del 2010. La Honduras que según la visión planteada queremos tener es: 1.

Una Honduras sin pobreza extrema, educada y sana, con sistemas consolidados de previsión social. 2. Una Honduras que se desarrolle en democracia, con seguridad y sin violencia. 3. Una Honduras productiva, generadora de oportunidades y empleo digno, que aproveche de manera sostenible sus recursos naturales y reduce la vulnerabilidad ambiental. 4. Un estado moderno, transparente, responsable, eficiente y competitivo.

No se entiende porqué siendo el alto grado de corrupción y de impunidad problemas graves del país, no se consideraron explícitamente entre los objetivos del plan de país, que por orden de importancia debió ser el primero y pudo ser enunciado así: “1. Una Honduras menos impune y más integra”. Teniendo en cuenta que a mayor impunidad menor seguridad y a mayor corrupción menor productividad y en consecuencia mayor pobreza

Al analizar la situación actual del país después de 28 meses de teóricamente estar dirigiéndonos al horizonte planteado por la Visión de País, nos encontramos que el actual gobierno ha perdido la brújula y mas bien nos encaminamos en la dirección contraria dando la impresión de que se va hacia atrás para agarrar impulso aunque ese retroceso parece que va a durar todo el periodo presidencial.

La pobreza extrema se ha incrementado, la educación y la salud no han mejorado, la seguridad se ha deteriorado y la violencia se ha incrementado; la productividad del país no ha mejorado, no ha bajado el desempleo, y la vulnerabilidad sigue igual; el estado sigue con las mismas deficiencias de siempre, la transparencia teóricamente ha mejorado, por las leyes que se han aprobado últimamente pero resulta que las mismas, como sucede con la mayoría de leyes del país son de obligatorio cumplimiento para nadie; se podrá argumentar que en este gobierno la transparencia es tal que hasta se transmiten por televisión las sesiones del Consejo de Ministros y del Congreso Nacional, pero las mismas no han tenido el efecto deseado.

No obstante debemos admitir que la transmisión en vivo de las sesiones mencionadas ha mejorado la oferta de los programas deportivos, porque los aficionados además de los partidos de fútbol que transmiten los canales comerciales, pueden disfrutar de los transmitidos en los canales públicos y observar los goles que los ministros le meten al presidente y los goles que el Presidente del Congreso le mete a los diputados con el agravante que los goles a favor de los ministros y del presidente del Congreso son en contra del pueblo hondureño.

Soñar con un país mejor es edificante. Por ejemplo el poeta hindú premio nobel de literatura Rabindranath Tagore se imaginó un país “Donde nada teme el alma, y se lleva erguida la cabeza; donde el saber es libre, donde no está roto el mundo en pedazos por las paredes caseras; donde la palabra surge de las honduras de la verdad; y donde el luchar infatigable tiende sus brazos a la perfección”.

O bien como lo soñó nuestro compatriota Allan McDonald hace unos años cuando se ponían chachas a los vehículos mal estacionados: “Un país en que no le pongan las chachas a los carros, sino a los corruptos; que la lata de leche valga menos que un galón de gasolina, porque los niños son más importantes que los carros; que los jóvenes no gasten tinta en tatuajes, sino en cartas de amor; que la limpieza del Congreso no sea lavar y pintar paredes afuera, porque la suciedad está dentro; que los diputados levanten la mano con el puño y no con las uñas para cobrar el sueldito; que el Olimpia meta goles y el Motagua también para que la gente se harte de fútbol y que la prensa sea una cartilla de denuncia y no un contrato de publicidad”.

A los anteriores yo me atrevería a soñar en: Un país donde las empresas públicas fueran más eficientes, que fueran capaces de manejar su área comercial para que no contraten empresas para que se la manejen como la ENEE que contrató “afectivamente” a la empresa Semeh (Servicios de Mediciones Eléctricas de Honduras) y que por los problemas actuales y siguiendo los sentimientos anteriores posiblemente contrate un nueva firma, para que haga el mismo trabajo, que bien se podría llamar Cohitole, (Consorcio Hondureño Israelita de Toma de Lecturas Eléctricas); un país donde el Congreso Nacional se dedique a legislar y no a ejecutar proyectos con los fondos de desarrollo departamental que según la Constitución debe manejar el Ejecutivo; un país donde la Corte Suprema de Justicia se dedique a impartir Justicia y no a legislar como en el caso de la extradición del último presidente constitucional, donde legisló de manera tácita que no se había violentado la Constitución al extraditarlo ya que: “el estado de necesidad está por encima de la Constitución”; un país donde la inflación burocrática sea reducida pues en Honduras ya estamos cerca de tener dos docenas de ministros con cartera y cinco docenas de ministros sin cartera, el número de diputados (256 entre propietarios y suplentes) y magistrados (15) es elevadísimo considerando la población; que se reduzca al mínimo el hato de elefantes blancos que tiene el país (Fonac, CNA, etc.); un país donde el gobierno para sus labores tenga vehículos propios debidamente identificados con las placas oficiales para los funcionarios de alto nivel y nacionales para el resto, sin tener que alquilarlos con placas particulares a las arrendadoras (que no pagan impuestos de introducción porque promueven el turismo en especial el de los funcionarios públicos en tales vehículos); y por último, un país que no permita que las ONG se vendan como si fueran empresas mercantiles, como hay indicios racionales que ha sucedido con algunas ONG de educación, con el agravante que como tales han disfrutado de cuantiosas donaciones de los gobiernos de turno y de particulares.