No fue solo la neumonía: ¿Qué es el ictus, el mal que terminó con la vida del papa Francisco?
El papa Francisco pasó 38 días luchando contra una infección pulmonar, pero lo que realmente le dejó la vida fue algo más profundo y mortal. Aquí te explicamos qué es un ictus
- 21 de abril de 2025 a las 15:39

La causa de la muerte del papa Francisco ha sido un ictus, un accidente cerebrovascular de alta incidencia y prevalencia producido por un trastorno brusco de la circulación cerebral que altera la función de una determinada región del cerebro, según la Sociedad Española de Neurología.

A causa del ictus, el pontífice sufrió un coma y un fallo cardiocirculatorio irreversible, según informó el Vaticano en su parte de defunción.

La muerte le sobrevino este lunes en su residencia de Santa Marta del Vaticano, donde se recuperaba de una infección respiratoria aguda por una neumonía bilateral polimicrobiana por la que estuvo ingresado 38 días en el Hospital Gemelli de Roma.

La preguntas que muchos se hacen tras el diagnóstico es ¿qué es un ictus?,El ictus es un accidente cerebrovascular, un trastorno brusco de la circulación cerebral que altera la función de una determinada región del cerebro, según la Sociedad Española de Neurología.

El ictus puede producirse tanto por una disminución importante del flujo sanguíneo que recibe una parte del cerebro como por la hemorragia originada por la rotura de un vaso cerebral.

En el primer caso, se trata de un ictus isquémico: Son los más frecuentes (hasta el 85% de los casos) y su consecuencia final es el infarto cerebral, situación irreversible que lleva a la muerte a las células cerebrales afectadas por la falta de aporte de oxígeno y nutrientes transportados por la sangre.

En el segundo caso, es un ictus hemorrágico: menos frecuente, pero su mortalidad es considerablemente mayor.

Aunque existen factores de riesgo que no se pueden evitar, como la edad o el sexo, muchos otros pueden prevenirse con hábitos de vida saludables. El riesgo de sufrir un ictus aumenta significativamente a partir de los 60 años, y aunque se presenta con mayor frecuencia en hombres, las mujeres tienden a tener una mayor mortalidad cuando lo sufren.

También se considera un factor determinante de haber padecido un ictus anteriormente, ya que incrementa la posibilidad de recurrencia. La hipertensión arterial, así como enfermedades cardíacas como la angina de pecho o los infartos de miocardio, elevan considerablemente las probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular si no se controlan adecuadamente.

Reconocer las señales de alarma de un ictus puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Acudir de inmediato a un centro médico es clave para recibir tratamiento oportuno que mejore el pronóstico del paciente y reduzca las posibles secuelas neurológicas. Mientras más rápido se actúa, mayores son las probabilidades de recuperación.

Según el tipo de ictus, isquémico o hemorrágico, se valoran tratamientos encaminados a recuperar la reperfusión vascular, mediante trombolisis o trombectomía, y en algunas ocasiones se recurre a la cirugía.

Entre un 40 % y un 60 % de los pacientes que sobreviven a un ictus quedan con algún tipo de secuela. Recibir rehabilitación es imprescindible para la recuperación.