Sin celulares, encerrados y un juramento de silencio: ¿por qué el cónclave se hace en secreto?
Con la intención de buscar la dirección de Dios y estar aislado de las influencias del mundo, el cónclave se llevará a cabo a puerta cerrada, sin ningún tipo de comunicación
- 07 de mayo de 2025 a las 00:00
La apertura del cónclave para elegir al nuevo papa, este miércoles, es sinónimo de aislamiento, no solo por el encierro de los cardenales "con llave" en la Capilla Sixtina, sino también por el apagado de los móviles en el Vaticano y el juramento de silencio de los purpurados, obligatorio bajo pena de excomunión.
Las autoridades italianas han desplegado desde hace días un dispositivo de seguridad que alcanzó su pico el 26 de abril para el funeral de Francisco y que desde entonces está siendo modulado en función de las circunstancias, pero que desde hoy vuelve a incrementarse.
A puerta cerrada, sin celulares ni contacto con el exterior, los electores juran silencio absoluto. Esta tradición milenaria busca garantizar que la decisión esté guiada únicamente por la reflexión, la oración y la voluntad divina, lejos de cualquier presión externa o influencia política.
Los cardenales electores hacen un juramento de secreto absoluto, comprometiéndose a no revelar ni debatir públicamente lo que ocurra dentro de la Capilla Sixtina.
Los cardenales electores —aquellos menores de 80 años— se reúnen en la Capilla Sixtina tras haber participado en la misa “Pro eligendo Pontifice”, una celebración litúrgica en la que piden la guía divina para la elección. Luego, se encierran bajo custodia vaticana, sin posibilidad de contacto alguno con el mundo exterior. Tampoco pueden leer periódicos, ver televisión, recibir visitas o enviar mensajes.
Al margen de lo que sucede en el exterior, los cardenales se encierran ya hoy definitivamente en la Casa Santa Marta, su residencia estos días de cónclave, alejados de cualquier ruido que altere su misión de designar a un nuevo pontífice.
Antes de proceder a la primera votación, esta misma tarde, prestarán juramento para, entre otras cosas, guardar "el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio".
Es una política de labios sellados que también han aceptado con otro juramento en días pasados funcionarios y trabajadores del Vaticano - desde sanitarios hasta personal de seguridad, de limpieza o mantenimiento - sobre lo que están viendo y oyendo en relación con la reunión de los 133 cardenales menores de 80 años que elegirán al jefe de la Iglesia Católica.
Además, el Vaticano procede este mismo miércoles a desactivar su red de cobertura de telefonía móvil en su pequeño territorio (0,4 kilómetros cuadrados). Todo ello para garantizar la "seguridad de las actividades para la elección del Sumo Pontífice", hasta el punto de que la señal no volverá hasta que no sea elegido uno nuevo, según la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Un paso más para asegurar ese alejamiento ha consistido en que se han dejado sin servicio las cámaras y sensores que normalmente muestran la Capilla Sixtina, un lugar central de los Museos Vaticanos, que el año pasado recibieron a casi siete millones de visitantes.
El proceso de votación es riguroso. Cada jornada puede incluir hasta cuatro votaciones —dos por la mañana y dos por la tarde—. Tras cada ronda, las papeletas son quemadas en una estufa especial. Si no hay una elección, se libera humo negro desde la chimenea de la Capilla Sixtina.
Cuando finalmente un cardenal alcanza los dos tercios de los votos, se quema paja húmeda junto al papel, y la esperada fumata blanca anuncia al mundo que ya hay nuevo papa: "Habemus Papam".