La evolución estética de Miley Cyrus, entre la rebeldía y el arte
Miley Cyrus transforma su estilo con cada etapa de su vida. Del ícono Disney a la provocación pop y la elegancia, su estética narra su evolución interior
- 31 de mayo de 2025 a las 00:00
Miley Cyrus nunca se ha ajustado a los moldes prefabricados del pop. Su metamorfosis ha trascendido lo musical para convertirse en un relato visual, donde el estilo funciona como manifiesto de identidad. A través de su imagen, ha narrado su pasado, cuestionado etiquetas y delineado, con intención, la mujer en la que ha decidido convertirse. A continuación, una serie de fotografías que ilustran esa evolución estética.
Durante su etapa en Hannah Montana, la imagen de Cyrus encajaba en el molde de estrella adolescente: vestidos vaporosos, botas cowboy y chaquetas con brillo definían su presencia televisiva. Fuera del set, se le veía con camisetas estampadas, vaqueros entallados y botines, aún dentro del imaginario de Disney, aunque ya insinuaba una energía disidente.
Esa intuición se confirmó a partir de 2010, cuando rompió con su imagen infantil. La era Bangerz (2013) marcó un antes y un después. El vestuario osado, los peinados extremos y las coreografías provocadoras tomaron el lugar del glamour juvenil. La actuación en los MTV Video Music Awards con un body nude de látex fue definitiva.
Los atuendos comenzaron a referenciar el punk, el kitsch y la cultura urbana con una intención clara de incomodar y desafiar.
Esa etapa no fue improvisada, puesto que Cyrus se convirtió en un ícono de autenticidad y libertad corporal. En lugar de evitar la controversia, la integró como parte de su discurso.
La relación con su origen country ha permanecido como hilo transversal. Hija de Billy Ray Cyrus, ha sabido apropiarse de los símbolos sureños —tejidos denim, flecos, botas tejanas— para reinterpretarlos desde una óptica contemporánea.
En la era Younger Now (2017), ese regreso a sus raíces fue evidente, sin nostalgia impostada, sino como una relectura visual cargada de autonomía.
El cabello también ha sido parte esencial de su narrativa. De la melena castaña en Disney al corte “pixie” platinado durante Bangerz, cada transformación capilar ha reflejado un estado emocional y artístico. El mullet glam de Plastic Hearts (2020) fue otro ejemplo: una mezcla de osadía y sofisticación.
No menos elocuente es su colección de tatuajes. Más de 70 diseños —muchos ya cubiertos o eliminados— que actúan como diario corporal. Entre ellos, destaca el retrato de su abuela, un pequeño corazón en el dedo meñique, la palabra Love dentro de la oreja o un planeta Saturno.
Hoy, su estética es menos escandalosa, pero igual de firme.
Los vestidos estructurados, los tonos monocromáticos y la colaboración con firmas como Saint Laurent o Maison Margiela revelan una artista que ya no busca romper moldes, sino habitarlos a su manera.
En la calle, su look se inclina por camisetas de bandas, gafas oscuras y botas de plataforma: una rebeldía más depurada, sin necesidad de gritar.