TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Las motocicletas son el vehículo que más popularidad ha ganado en los hondureños en los últimos años, y no es para menos, pues al ser económicas y con la agilidad de evitar enorme filas.
Es por ello que más de 1.4 millones de estos vehículos circulan en el país, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Ante el aumento de conductores de motocicletas, se ha vuelto más visible la cantidad de accidentes de tránsito por diferentes factores. No todos tienen la fortuna de salir con vida.
Para el caso del joven Harnol Coello Núñes, quien sufrió un aparatoso accidente, pero no de la forma más conocida, la cual suele ser chocando con otro vehículo; Harnol chocó contra un ser vivo.
El joven de 25 años, originario del municipio de Cantarranas en Francisco Morazán, nunca olvidará ese mes de junio del 2021.
En un día de ese mes, había estado trabajando con su padre en la construcción de una casa. Terminó con normalidad su jornada, llegando a su casa a las 5:30 de la tarde para tomar un baño y relajarse.
Fue entonces cuando recibió la llamada de un amigo, quien le pidió el favor de llevarle comida hasta la empresa donde laboraba. “Como era un buen amigo mío, entonces no dudé”, comentó Harnol.
Pocos minutos pasaron para que su celular volviera sonar, ahora era un amigo suyo de la iglesia que lo estaba invitando a sumarse a la congregación, pero debía llegar pronto porque faltaba poco para que comenzara. El tiempo era el reto para Harnol para poder cumplir ambos compromisos.
Harnol no tenía motocicleta propia en ese entonces, pero ya tenía el conocimiento de cómo manejar estos automotores de dos ruedas. Para transportarse, su amigo de la iglesia le dijo que se dirigiera hacia la vivienda de un conocido de él, para prestarle su motocicleta.
Al momento de alistarse, Harnol vaticinó si debía usar casco o no. Aunque pareciera intrascendente en ese momento, esa decisión cambió el destino de lo que pudo ocurrir más tarde.
Una carrera contra el tiempo
Preparado con una mochila en la que llevaba tres platos de arroz y chino y dos refrescos de tres listos que pasaría a dejar al amigo que se encontraba laborando, encendió la motocicleta y entró en marcha como si fuera una competencia contrarreloj.
“Solo me quedaban 15 minutos”, resaltó Harnol, quien ante la premura, decidió aumentar la velocidad, a unos 125 kilómetros por hora según sus estimaciones, con el fin de cumplir con su palabra.
El choque
Eran cerca de las 7:30 de la noche. A esa hora, la carretera ya estaba hundida entre las tinieblas y una capa de neblina que hasta cubría el suelo, además de que no había alumbrado público en el sector. A toda prisa y ante la ausencia de luz, Harnol decide poner las luces altas del vehículo. Las encendió justo en el momento indicado, pues lo primero que ve es un caballo que transitaba en medio de la carretera.
Harnol inmediatamente frenó para esquivarlo, pero pasó algo extraño que él mismo sigue sin comprender por qué lo hizo. Al esquivar el caballo, volvió a acelerar y volvió a encontrarse con otro cuadúpedo, el cual no consiguió eludir ya que el animal siguió atravesándose por el carril en el que transitaba el joven.
“Cuando yo pego en el caballo me descontrola la moto y yo salgo volando como a ocho metros de distancia. No pude pensar en nada cuando salí volando”, detalló el motociclista, quien solo había recorrido un kilómetro desde que salió de su casa.
A pesar de la distancia y la fuerza con la que salió impulsado, todavía tenía fuerzas para levantarse. Harnol considera que quizás fue la invasión de adrenalina lo que hizo que no sintiera inmediatamente el dolor.
En la inhóspita y oscura carretera, Harnol, quien quedó empapado por los refrescos que traía en la mochila, se puso de pie, se quitó el casco que protegía su cabeza. No entró en pánico, sino que lo primero que se puso a pensar es que dañó la motocicleta que no era de su propiedad.
Apenas dio unos tres o cuatro pasos, y comenzó a sentir las secuelas del choque. Su cadera raspó con el pavimento pero eso era lo de menos, considerando las lesiones graves de las que se percatara un par de minutos después.
“En ese lapso de tiempo que me levanté y me quité el casco, llegó un muchacho en un carro. Se paró enfrente mío y comenzó a encender y apagar las luces varias veces”, contó.
El conductor del automóvil, siendo la única persona que estaba en el lugar, salió de su vehículo para saber qué ocurrió. Cuando el hombre se acercaba a Harnol, él ya sentía que se caía al suelo contra su voluntad, sin entender por qué se sentía así ahora.
“´Uy papa, no te vayas a ver la mano´, me dijo el muchacho. Cuando me dice eso, yo volteo a ver mi mano”, relata el joven.
Su brazo izquierdo quedó seriamente afectado, al punto que se podía ver el hueso por la apertura de la herida y su muñeca quedó dislocada.
Impresionada por lo que estaba viendo, Harnol comenzó a perder las fuerzas, una especie de sensación de sueño. Retrocedió unos cuántos pasos y comenzó a sentir más dolores.
Al caer hacia atrás, Harnol colocó su brazo derecho en el suelo para sostenerse, pero escuchó un crujido similar a cuando se rompe una rama. Su clavícula del lado derecho se quebró.
El hombre al ver el estado en el que se encontraba el joven motociclista, tomó acción para ayudarlo. Sacó el teléfono de Harnol y para desbloquear la huella dactilar, agarró la mano del joven, colocando el dedo índice en la pantalla. Marcó al primer número que encontró en el registro de llamadas y marcó al último número con el que conversó, el amigo de la iglesia de Harnol.
Su padre y su hermano llegaron a la carretera, consternados al ver lo que le ocurrió a su familiar.
“La reacción de mi papá fue llorar y abrazarme. Mi hermano me vió e hizo un gesto de que no podía creer lo que había pasado. Mi madre no pudo ir, estaba en la casa pero le dieron la noticia de un solo, sin decirle que se esperara ni nada por el estilo”.
Por buena suerte, si así podría decirse, la estación del Cuerpo de Bomberos no estaba tan alejada del lugar en donde ocurrió el accidente.
En ese sentido, una ambulancia de la institución llegó al punto de la carretera donde se encontraba Harnol para auxiliarlo; subieron al joven al vehículo y lo sedaron, trasladándose hacia el Hospital Escuela en Tegucigalpa.
Experiencia en el hospital
Pasaron como tres horas cuando Harnol se despertó desconcertado, que ni siquiera se acordaba de quién era. Volteó a ver a su alrededor y se impresionó al ver a los otros pacientes de la sala que se encontraban en estados más delicados de salud. Esta era la primera vez que Arnold era hospitalizado y era su primera vez que sufrió una caída en motocicleta.
Además de ver ese ambiente, recordó los rumores que le decían sobre el centro hospitalario, rumores que describían que el hospital tenía una pésima atención. Harnol experimentó en carne propia lo que significa para muchos pacientes tener que esperar demasiado tiempo para ser atendido.
“Lo que no me gustó a mí es que cuando llegué me tuvieron ahí quebrado tres días. No me atendieron en el mismo momento”, reprochó Harnol.
Durante esas 72 horas, a Harnol solo le daban medicamentos para calmar el dolor. Pese a ello, resultaron ser eficaces los fármacos.
El proceso más complicado que sintió Harnol fue cuando los médicos reacomodaron su clavícula y su muñeca. Para colmo, se llevó regaños por parte del médico de turno cuando se enteró que el accidente conduciendo una moto. Cuando le hicieron el procedimiento, se desmayó tres veces.
Harnol estuvo 27 días internado en el Hospital Escuela. Le hicieron una cirugía en su brazo, el cual ahora tiene una placa ósea y seis tornillos.
También, relató que estuvo en sesiones ortopédicas para la recuperación de su muñeca y clavícula, sumado a otros dos meses de terapia cuando le dieron el alta médica y tomar algunos medicamentos por si el dolor regresaba.
Durante esas esas tres semanas y seis días, los familiares de Harnol no lo podía ver debido a las restricciones impuestas en el centro asistencial por la pandemia de covid-19.
No obstante, su hermano se las ingenió para poder ingresar y estar pendiente del lesionado Harnol.
Sus parientes solo podían contactarse con él vía llamadas telefónicas. Pese a ello, nunca fue desamparado. Sus padres, su hermano y su hermana, familiares fuera del país, amigos y personas de la iglesia lo apoyaron.
Cuando finalmente salió del centro médico, fue recibido con mucha alegría por su familia y amistades.
Una segunda oportunidad de vida
Algo llamativo de Harnol es que afirma que nunca sintió miedo cuando ocurrió el accidente ni cuando fue llevado al hospital, tampoco sintió pavor de volver a conducir una motocicleta, pues entre sus reflexiones estando hospitalizado, pensó en comprarse una moto más grande, confesó entre risas.
Pero más allá de este comentario cómico, el muchacho de Cantarranas tuvo una profunda reflexión acerca de su vida.
“Dios le da a uno la oportunidad de seguir con vida, soy muy creyente en Dios (...) reflexioné y me arrepentí de muchas cosas. Esto me ha servido para aconsejar a mis amigos que son nuevos en el mundo de las motocicletas, a mis conocidos y familiares porque eso de estar quebrado no se lo deseo a nadie”, reveló.
Nuevo accidente
Y es que los accidentes pueden ocurrir en cualquier momento o circunstancia. Si bien Harnol reconoció que falló al ir en exceso de velocidad hace tres años, en este año volvió a tener otro percance, pero en esta ocasión por culpa de un conductor de un carro.
Harnol iba en su moto con unos platos con sopa de mondongo que su papá le encargó.
Eran aproximadamente mediodía y Harnol se conducía en la misma carretera donde colisionó con el caballo en 2021, pero en esta ocasión a una velocidad mucho menor, 38 kilómetros por hora.
Aunque manejara a una menor velocidad, un hombre en estado de ebriedad se cruzó hacia el carril contrario en el que se encontraba Harnol.
“La moto pegó en la parte derecha de la llanta del carro, entonces yo salí volando por encima del carro; mi casco también salió volando porque no lo llevaba abrochado”, explicó.
El costado derecho de su cráneo impacto contra el pavimento, perdiendo el conocimiento instantáneamente.
Como el hecho ocurrió justo al frente de la estación de bomberos, Harnol fue auxiliado por ellos. Cuando abrió sus ojos y recuperó la conciencia, comentó que lo primero que pensó fue “estoy quebrado”, y comenzó a mover todas sus extremidades y partes de su esqueleto para comprobar que hueso resultó afectado.
El hombre que atropelló a Harnol le prometió que se haría cargo de los gastos, pero quedaron como palabras vacías, desligándose de su responsabilidad.
“El muchacho dijo que se haría responsable por los daños de la moto y mis medicamentos. Solo medio en efectivo 4 mil lempiras, cuando en realidad debió darme 25 mil lempiras por la moto y otros gastos en pastilla, pero se fue”, enfatizó.
Es bien sabido que un golpe en el cráneo puede terminar en la muerte de una persona. Por fortuna, Harnol no sufrió daños graves.
Se movilizó hacia el Hospital Adventista de Valle de Ángeles, donde le hicieron una radiografía para verificar los daños que pudo sufrir.
El diagnóstico fue favorable, pues no tuvo repercusiones de gravedad. Lo único que le aquejaba eran unos mareos, pero en 15 días se recuperó.
Esa calle donde Harnol tuvo los accidentes siempre se ha caracterizado por carecer de alumbrado público que apoye visualmente a los conductores.
Si bien subrayó que no es muy usual que ocurran sucesos automovilísticos, indicó que la aparición de animales como caballos o vacas representan un riesgo para quienes transitan en sus vehículos por esa zona.
Ante ello, sugirió que las autoridades deberían instalar postes de energía eléctrica para disminuir las probabilidades de impactar contra alguna de estas especies.
Finalmente, basado en sus experiencias, aconsejó a los motociclistas siempre portar casco y llevarlo abrochado correctamente. De igual forma, recomendó que no está de más utilizar equipo de protección como rodilleras, botas y demás accesorios.
“Caminen con mucha precaución. No solo por el daño que se puede hacer uno mismo, sino también por el daño que le podemos provocar a los demás”, agregó.