Tegucigalpa, Honduras
La historiadora Olga Marina Joya nació y creció en el barrio El Benque de San Pedro Sula. Es gemela.
Como profesional dirigió el Instituto Hondureño de Antropología e Historia y actualmente es la directora del Centro de Arte y Cultura de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (CAC-UNAH). Así le cuenta a EL HERALDO sus logros personales y profesionales, sus alegrías, temores y angustias.
¿Qué representa la historia para usted?
Una herramienta invaluable en muchos aspectos de mi vida, obviamente mi trabajo me ha llevado a distintas áreas, algunas son complementarias, otras pueden llegar a ser muy relacionadas. Mis estudios me ha permitido ver distintos aspectos de la vida, de mi trabajo y de la misma cotidianeidad, desde otra perspectiva. Cuando uno aplica las herramientas de la historia para explicarse un fenómeno, las cosas cambian radicalmente.
¿Cuál es la esencia de la historia?
Fundamentalmente el proceso histórico que viven las sociedades, esa es la esencia. Cuando uno analiza los procesos le es más fácil explicarse las situaciones y los resultados que se van dando en el camino.
¿Desde niña usted quiso ser historiadora?
No, no, nunca.
¿A qué aspiraba?
De niña quería ser agrónoma porque en mi familia todos eran agrónomos. Yo también quería serlo, pero en aquel entonces mi padre dijo que esa no era una carrera para mujeres, así que decidió que tenía que ir a la universidad a estudiar odontología, algo que a mí no me gustaba. Al entrar a la universidad me inscribí en odontología, pero al siguiente semestre tanto mi hermana gemela Mercedes como yo nos cambiamos, ella pasó al área de literatura y yo pasé al área de historia.
¿Gemela?
Sí...yo soy Olga Marina y ella es Olga Mercedes.
¿Quién nació primero?
Ja, ja, ja...yo nací primero
¿Con una hermana gemela, siempre tuvo con quien jugar?
Bastante, además también teníamos primos que venían a la casa y muchos vecinos. Es que en aquella época los barrios eran muy seguros para los niños. Nosotros podíamos jugar tranquilamente en el patio, hasta en el del vecino, podíamos ir a la calle con bicicleta, todo muy tranquilo. Era un ambiente muy agradable, sobrevivimos sin Internet, sin teléfonos celulares.
¿En qué se parece con su hermana gemela?
Yo creo que nos parecemos en el sentido de la solidaridad y en la forma en que reaccionamos. Somos muy diferente en el carácter, yo soy más hablantina, ella es más calladita; incluso físicamente no nos parecemos, sin embargo casi reaccionamos igual cuando se trata de problemas, nos complementamos mucho.
Dicen que los gemelos son inseparables, ¿es cierto eso?
Es que tiene que ser así, es una persona que está contigo y tú estás con ella constantemente a lo largo de la vida, aunque siempre hay peleas de por medio y diferencias, como todo hermano.
¿A qué escuela fue?
Estudié en el María Auxiliadora de San Pedro Sula, ahí hice la primaria y la secundaria, y luego nos trasladamos a Tegucigalpa porque en San Pedro Sula no existían las carreras del área de la salud, que mi papá quería que estudiáramos.
¿Entonces usted es de San Pedro Sula?
Soy sampedrana, un poco renegada, pero así es. Nací en el barrio que antes se llamaba El Benque, pero que luego pasó a llamarse barrio El Centro.
¿Y cómo vivió su niñez en ese reconocido barrio?
Lo que sí recuerdo es cómo iba cambiando la ciudad. San Pedro Sula es una ciudad que cambió rápidamente. Cuando era pequeña vivía en la novena avenida y no era pavimentada. Para mí era sorprendente ver los cambios urbanísticos que se iban dando en la ciudad y cómo iba creciendo. Sé que solo eran impresiones obviamente, yo era una niña, pero sí me impresionaba.
Bueno, ¿y qué la atrajo de la historia?
Cuando entré a la universidad, el país estaba en una situación curiosa política y socialmente, la constante eran los golpes de Estado. Entré a la universidad en 1972, pero me tuve que retirar por un accidente automovilístico y regresé en 1975.
Había una efervescencia del movimiento estudiantil, una efervescencia por los estudios de las ciencias sociales y yo siempre había tenido vocación por el área social y así decidí enfocarme en el estudio y el análisis de problemáticas sociales y una de las carreras que estaba gestándose era la carrera de historia.
Como historiadora, ¿cuál es el momento que más ha estudiado?
En lo que he abocado más lectura es en el tema relacionado con el movimiento obrero en Honduras, particularmente la huelga del 54. Mis estudios no necesariamente hoy día tienen que ver con la investigación. Trabajo básicamente con temas vinculados a la cultura, actualmente al arte y al patrimonio. Mi formación de historiadora lo que me ha permitido es tener el olfato para definir estrategias de trabajo en investigación y el fomento del arte, de la cultura y del patrimonio.
En ese sentido me confieso que no soy una investigadora propiamente dicha, he trabajado algunos temas y publico cada cierto tiempo algunos artículos para no quedarme rezagada, pero en realidad yo no me considero una investigadora porque los investigadores en historia son personas a tiempo completo y yo lo hago eventualmente.
De la cultura, del patrimonio, ¿qué es lo que más le llama la atención?
La memoria colectiva, obviamente. Es que para poder entender cómo se desarrollan las estrategias a nivel nacional, necesariamente uno debe tener una visión clara de porqué es importante el patrimonio; pero si nosotros lo enfocamos únicamente desde el punto del turismo, podemos cometer errores muy graves.
¿Se ha protegido nuestra cultura?
Depende, por ejemplo, con las tradiciones que han desaparecido es simplemente que no habido la preocupación de parte de las instituciones encargadas por ir haciendo un registro y sistematización continua de la tradición popular. ¿Cómo eran las semanas santas antes? ¿Cómo eran las visitas de un pueblo hacia otro? ¿Cómo era la usanza en gastronomía? Esos procesos que la gente vive y que son procesos que hay que rescatar.
¿La tecnología cuánto ha afectado la cultura?
Indudablemente que la afecta, pero eso tiene que ser así, porque la sociedad avanza, nosotros no abogamos por una sociedad estática. Las influencias son inevitables, siempre van a estar ahí y precisamente la cultura tiene ese carácter dinámico. De lo que estamos hablando es del registro de la memoria popular, la memoria histórica. Eso es lo que hay que apresurarnos porque la tradición, la historia oral se va olvidando, va desapareciendo.
Como persona, ¿cuál es su mayor temor?
No dar el ancho en mi trabajo, ja, ja…No dar el ancho, muchas veces puede ser que uno tenga una visión equivocada de cómo deben desarrollarse estrategias de trabajo. Trabajar en el sector cultura es siempre arriesgado, hay que ir tanteando terrenos y ver cuáles son las estrategias más adecuadas. Eso me agobia un poco porque uno muchas veces se pregunta ¿lo estaré haciendo bien? ¿Será esta la línea correcta?
¿Se ha arrepentido de algo que no haya hecho bien?
Sí, pero no se lo voy a decir. Pero sí he cometido muchos errores en mi vida, de ahí es donde se aprende precisamente. El tema cultura es difícil porque uno encuentra de todo.
¿Usted es introvertida o extrovertida?
Depende de lo que sea. Me considero una persona extrovertida en el sentido de que soy muy hablantina, eso provoca que esté hablando constantemente de mi trabajo, de mis aciertos y desaciertos.
¿Qué la entristece?
La injusticia social, eso es desgastante y denigrante. Ver la miseria humana, su actitud, la miseria material sin que las personas que tienen el poder de impulsar cambios manifiesten algún tipo de sensibilidad da mucha tristeza, mucha rabia.
Mire, soy una persona creyente, pero no paso en las iglesias porque ahí normalmente quienes están en primera línea son los que más daño le han hecho a este país, los responsables de la miseria existente en esta sociedad. Eso me indigna.
¿Si pudiera cambiar algo de usted, qué cambiaría?
Demasiadas cosas…yo quisiera ser mejor. Esa es una pregunta muy difícil. Creo que si pudiera cambiar algo de mí sería el tener más energía para trabajar mejor.
¿Cuáles son sus sueños?
Ver cambios en este país antes de morirme. Es que Honduras tiene tanto tiempo sumergida en la injusticia, en la impunidad, en la tristeza. Hay una tristeza consustancial que se manifiesta en una impotencia ante la impunidad y la corrupción. Todo eso desalienta.
¿Qué hace aparte de su trabajo como historiadora?
Se va a reír usted, pero lo que hago es algo relacionado con la historia. Últimamente he estado trabajando una investigación que es sobre la historia de la cocina en Honduras. Ahorita estoy trabajando la parte prehispánica a través de las crónicas de viajero que vinieron a este territorio en el siglo XVI, XVII y XVIII.
¿O sea que le gusta la cocina?
He sido buena cocinera, me lo enseñó mi mamá. Como en toda sociedad, las madres es lo que trasladan eso a las hijas y a veces hijos.
¿Cuál es la comida que más le gusta preparar?
Lo que más me gusta comer son las tortillas y lo que más me encanta preparar son los tamales, soy una adicta a ellos. Mire que en Navidad preparo alrededor de 300 tamales para compartir con los amigos y amigas.