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Las letras inmortales de Juan Ramón Molina

Exponente del modernismo en Centroamérica, su verso, que contenía una gran fuerza lírica, fue capaz de rebelarse contra lo establecido. Periodista y diplomático, es el escritor hondureño más universal.

31.08.2013

Cada vez que profundizamos en la literatura hondureña, tenemos un encuentro con la exquisitez del pensamiento moderno de Juan Ramón Molina, a quien Miguel Ángel Asturias identifica como: “La fuerza lírica que nadie ha tenido en su país”.

Leer a Juan Ramón Molina es recorrer una obra de gran calidad literaria, es adentrarse en el oasis de la seca y monótona vida intelectual de la Tegucigalpa de su tiempo. Nacido en la gemela ciudad de Comayagüela un 17 de abril de 1875, Molina creció en un ambiente de pocas oportunidades para los artistas y plagado de politiquería.

Tuvo que emigrar a Guatemala, donde hizo su bachillerato e inicio allí su carrera literaria y periodística, aproximadamente entre 1894-1895.

Regresa a su tierra (amor telúrico que no separará de su vida jamás) y, a pesar de aquella sociedad que desvaloriza a sus hombres, la obra de Molina es reconocida y se posiciona firmemente con el paso del tiempo.

Llamado por muchos “el poeta gemelo de Rubén Darío”, Molina logra combinar en sus versos una musicalidad verbal plagada de simbolismos franceses, iluminada con elementos griegos, influencia inevitable expresada simbólicamente, tal como lo muestra en su poema “Autobiografía”: “Sentí en el alma un natural deseo de cantar / a la orilla del camino hallé una lira / no cual la de Orfeo / y obedezco el mandato del destino”.

En su poema “ A Rubén Darío” apreciemos esa musicalidad: “Amo tu clara gloria como si fuera mía / de Anadiomena engendro y Apolo Musageta / nacido en una Lesbos de luz y poesía / donde las nueve musas ungiéronte poeta”.

TRAYECTORIA. Molina es el primer poeta hondureño que salió de Centroamérica para conocer otras corrientes culturales de algunos países. Es uno de los grandes exponentes del modernismo en Centroamérica y es el poeta de mayor inspiración que hemos tenido, consagrándose como el escritor hondureño más universal. Conoce a Rubén Darío, “el poeta universal por afán”, como lo llama Jorge Luis Oviedo, en 1892, cuando viaja a Brasil.

Este encuentro marcará la vida literaria de nuestro poeta. Molina nace precisamente en la época en que el movimiento modernista empezaba a manifestarse, y los cambios sociales y
de pensamiento eran expresados a través del lenguaje lírico, alzándose contra lo exótico del romanticismo y contra la falta de imaginación del realismo. Y el poeta, influenciado por el estilo rubeniano, emerge con esa sensualidad modernista, que más que prosa y verso es un sentimiento de libertad, sonido y música enmarcados con un simbolismo sonoro. Como lo expresa en “Salutación a los poetas brasileros”: “Pero Pegaso aguarda / sobre su fuerte lomo / gallardamente salto en un instante, como / el Cid sobre

Babieca. Me voy hacia el azur / ¿Acaso os interesa mi suerte misteriosa? / Buscadme en mi magnífico palacio de la Osa / en mi torre de oro, junto a la Cruz del Sur”.

Miguel Ángel Asturias resalta de Molina ese espíritu itinerante: nace en Honduras, vive en Guatemala y muere en El Salvador. El poeta se muestra como un centroamericano que escribe de sus tierras para mantener ese lazo telúrico. Veamos este fragmento de su poema “Adiós a Honduras”: “Queda la Isla del Tigre tras la quilla / del vapor; el mar brilla / salpicado de espumas luminosas / que se encadenan y que forman luego / mil culebras de fuego / sobre las negras aguas temblorosas”.

La vena sensible de las pasiones amorosas no podían ser ignoradas por el poeta, veamos este fragmento de su prosa “La intrusa”: “Tal era aquella mujer, cuando en el abril más amable de su vida, tras un ardiente prólogo de amor -aquel de Romeo y Julieta- la hizo suya, previa la bendición sacerdotal. Dióle el tesoro de su carne y de su espíritu: Carne de diosa y espíritu de ángel; puso algo de paz pradial en aquella alma huraña y taciturna…”. Su prosa poética llena de un lenguaje simbólico, da muestras de su sensibilidad, de su quehacer por las letras que expresan su íntima sensualidad del pensamiento y el erotismo, característico del modernismo.

CARRERA DIPLOMÁTICA. Molina fue un diplomático, funcionario público, y aunque no destacó en la política su verso fue capaz de rebelarse contra lo establecido, y por ello sufre el exilio, donde le sorprende la muerte. En su corta existencia, muere en San Salvador en noviembre de 1908.

Molina escribió poesía y prosa, esta última poco conocida. Y es Froylán Turcios, otro insigne escritor hondureño, quien en 1918 recopila y publica la mayor parte de su obra en “Tierras, mares y cielos”. Gracias a este texto hoy podemos disfrutar de las inspiraciones en verso y prosa de nuestro insigne Juan Ramón Molina.

Como periodista fundó en Tegucigalpa El Diario de Honduras, en 1899. Antes, en Guatemala, había editado El Bien Público (1893) y colaboró con La Ilustración Guatemalteca (1896). Unos meses antes de morir fundó en El Salvador, con Julián López Pineda, la revista Ritos.

Combinó su labor literaria con el periodismo, lo que acentúa su estilo claro, humanista y sensitivo.

Un poeta consagrado que añora su paisaje, que siente nostalgia por su cielo, expresa ese sentimiento cuando escribe en su poema “Nostalgia” lo siguiente: “¡Hogar, pequeño hogar de mis abuelos / donde en modesta y reducida alcoba, / abrí los ojos a luz del día / y el pulmón a las auras bienhechoras; / donde me espera con amantes brazos / para estrecharme delirante y loca, / la noble madre que me dio la suerte / para consuelo de mi vida toda!”.

Juan Ramón Molina sigue vivo, sus letras lo han inmortalizado.

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