Opinión

Trabajo y seguridad, temas que concitan mayor atención y preocupación. Y con evidencia en los hechos, los menos considerados. Unas comisiones agotaron su capacidad inicial para dar esperanza, acorde a lo señalado por ciertos sectores, que la mayoría de esos honorables, de gran sabiduría, en realidad eran oportunistas como erráticos personajes, buenos para hablar, en ocasiones, escribir. Eso era todo. Más de uno, sin comparación en la transpiración de veneno.

En su momento se llevaron entre las patas la nación y ¿cómo es que de repente podrían surgir como sus redentores? Pensamiento mágico que no deja de pasarnos factura.

En diversos campos. No se trata de que les falten recursos. Excusas. Octavas maravillas, sentados solos. Punto. A la hora de ser creativos y empeñados en impulsar procesos transformadores, quedan evidenciados como inoperantes. Subyugados y sin escrúpulos por las prebendas del poder, que muy hipócritas, vivieron de condenar.

Protegidos, eso sí, por la ingenuidad, si no ignorancia, de una población que sigue dando crédito a las repeticiones múltiples, o quejas variadas, sin discernir si son verdades o mentiras. Estamos perdidos en un laberinto. Confusión, tras confusión como resultado de acciones aisladas, que una que otra bien intencionada, nos alejan del empleo y de la seguridad añorados.

La confrontación permanente no ayuda. Y sin plan, sin planificadores, ni metas comunes, el tiempo es más veloz. Y también el desencanto. Y el sufrimiento. Pueblo y gobierno han de encontrar cuanto antes la salida de este laberinto en que andamos perdidos. Para poder ofrecer oportunidades a tanto necesitado.

¿Tendrán idea algunos servidores públicos o los honorables de las prodigiosas comisiones, carentes de un mínimo sentido de urgencia, del apremio en que pasan los compatriotas sin ingresos. O sometidos a la angustia e impotencia de vivir víctimas o amenazados por la criminalidad? Trabajo y seguridad deben recuperar la prioridad en la agenda gubernamental.

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