Opinión

Las pérdidas de la ENEE y la mala administración

La ENEE está tan pésimamente administrada que solo en pérdidas técnicas y no técnicas se reporta el año pasado una sangría de cerca de 9,000 millones de lempiras, lo que unido a la energía cara que compra a las plantas térmicas, la voraz burocracia que sufre la estatal y la baja producción de las plantas hidroeléctricas, la acercan cada vez más al colapso total.

El boletín estadístico de la empresa establece que por cada 100 megavatios de energía eléctrica generados en su sistema interconectado durante 2013, unos 31.3 megas se sumaron a las pérdidas, lo que le dejó un ingreso 19,830.5 millones de lempiras, lejos de los 26,112.5 millones que tenía como meta en el presupuesto de ingresos, logrando un incremento de apenas 510.3 millones, con relación a 2012.

La magnanimidad de las pérdidas técnicas y no técnicas de la ENE es tal que el año pasado superaron la energía generada por las siete represas hídricas estatales –“El Cajón”, Río Lindo, Cañaveral, El Níspero, Santa María del Real, Coyolar y Nacaome–, las que aportaron 2,274.4 gigavatios, equivalente a 28.6% del total.

Es cierto que la estatal eléctrica urge de inversiones en las líneas de distribución y equipos para reducir las pérdidas técnicas si es que realmente se quiere rescatar y no terminar vendiéndola en pedazos a “precio de gallo muerto”, pero antes que todo requiere ser puesta en manos de buenos administradores y no en las de politiqueros de oficio que no la ven más que como un botín a repartirse o en una fuente de empleo para los activistas o de contratos para los contribuyentes a las campañas electorales.

Solo una mala administración, que entregó el negocio de la generación de energía en manos de los empresarios térmicos, justifica el hecho de que Honduras, con gran capacidad para producir energía hidroeléctrica, dependa ahora en más del 70% de la cara y sucia producida con carburantes. Y para colmo deje perderse más del 31% y agobia más las finanzas de la empresa con contratos leoninos, tanto en la compra de energía como con su masa laboral que crece exponencialmente en cada gobierno.

Solo un equipo administrativo eficiente y honesto puede revertir la difícil situación de la ENEE, cuya crisis no solo impacta en el bolsillo de los consumidores, que cada vez pagan más altas tarifas, sino que se convierte en el talón de Aquiles del desarrollo del país para el que el incremento de la energía disponible y a precios competitivos resulta un asunto clave.