Editorial

Ser viejo hoy día

Sin mucha fanfarria, este domingo 19 de marzo se celebró el Día del Padre. Dentro de dos meses se festejará también el Día de la Madre. Así que es un buen momento para reflexionar sobre el futuro de aquellos papás y mamás que por su edad ya van en retirada.

La vejez puede vivirse de diferentes formas y va de acuerdo con los valores que rigen cada cultura. En los países asiáticos existe un enorme respeto por los ancianos, diferente en las naciones occidentales donde el ser humano, en la medida que pierde sus facultades físicas y mentales es desechado no solo por la sociedad, sino también hasta por su propia familia y por el Estado mismo.

Por ejemplo, en Japón, el anciano es una figura de sabiduría y respeto. Se les venera por su experiencia y por haber contribuido más que nadie a la construcción de la sociedad. Es tal que desde 1951, cada tercer lunes de septiembre se les honra con “El día del respeto a los ancianos”.

Contrario a países como Honduras, donde el viejo o la vieja en muchos hogares se vuelve un estorbo, sin mayores aportes, por lo tanto deben sobrellevar su tercera edad, muchas veces, en el abandono de sus hijos y el olvido estatal como ocurre en los asilos de ancianos públicos, donde la carencias de alimentos y medicinas desespera; donde las camas en mal estado y el deterioro de las instalaciones físicas del refugio reflejan una realidad.

En este país, con la excepción de algunos burócratas que luego de los 60 años se retiran con grandes jubilaciones, la mayoría de hombre y mujeres que le dieron su fuerza productiva y ayudaron a mantener una burocracia, cuando mucho, tendrán una jubilación de cuatro mil lempiras en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS). Es cierto que a nuestros ancianos el tiempo ya les arrebató la fuerza de la juventud, pero no les ha podido arrancar la experiencia y el conocimiento, por lo tanto, merecen estar en una mejor posición y prestigio.