Editorial

Otra vez los incendios forestales

Al menos 97 hectáreas se quemaron en cuatro días en la montaña de Upare. Este es uno de los 21 incendios forestales (14 de ellos en la capital) que se reportan en los primeros 42 días del año 2020.

Lo que sucede con los pocos bosques que todavía quedan en Tegucigalpa y Comayagüela, y en el país, es sin duda una tragedia, pues no se ha llegado al verano y ya comenzamos a contar el número de hectáreas quemadas. Las autoridades dicen que la mayoría de estos eventos son provocados por la mano del hombre, una triste realidad, aunque difícil de creer. La situación se agrava este año por la severa escasez de agua en la capital, que tiene sus represas vacías y espera con ansías la llegada de la épocas de lluvia, allá por mayo, para que vuelvan a llenarse. Si no llueve, la situación será dramática.

En este escenario, hay que comenzar por conocer los efectos negativos de estos fenómenos que interrumpen los ciclos naturales de los bosques y desaparecen las especies nativas y aumentan los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera contribuyendo al efecto invernadero y al cambio climático, por ejemplo.

Por eso urge que la ciudadanía tome conciencia de la crisis y que las autoridades estén alertas para que los pirómanos no actúen impunemente, y más bien sean identificados y llevados a la justicia, como lo establecen las leyes. En este esfuerzo deben contar con el apoyo de la población, que también está llamada a cuidar los pocos bosques y fuentes de agua y denunciar a quienes están cometiendo estos delitos.

Pero también hay que parar la entrega de permisos de construcción en áreas protegidas, como sucede, por ejemplo, en La Tigra y la montaña de El Merendón, y más bien garantizar que esas y todas las áreas protegidas, pero también las que no lo son, serán debidamente protegidas y reforestadas.

No hacerlo nos pondrá en una situación de emergencia ambiental sin precedentes.