La Conferencia Episcopal de Honduras (CEH) ha emitido carta pastoral en la que analiza exhaustivamente la actual coyuntura política que vive nuestra nación, exhortando a todos y todas por igual a cerrar filas, restaurar la unidad perdida para dejar atrás, de una vez y para siempre, la mutua confrontación y antagonismo, pensando y actuando en función del bien común, el que trasciende intereses partidarios, grupales y personales.
Ya nuestro prócer Francisco Morazán afirmaba, reflexionando en torno a la desunión que campeaba en la República Federal de Centroamérica y al interior de cada uno de los cinco Estados que la constituían: “La tolerancia debe ser la primera virtud del republicano”. Sabias palabras producto de su amor por la Patria Grande, por la cual ofrendó su vida, brindando ejemplo intemporal de civismo y perdón hacia sus enemigos, que injustamente lo condenaron a la muerte.
Actualmente experimentamos una recíproca escala de acusaciones que han paralizado el normal desempeño del Poder Legislativo, impactando también en distintas ramas del Ejecutivo, además de fortalecer un clima de incertidumbre y zozobra que se refleja en la contracción de la inversión nacional y extranjera, causando mayores tasas de desempleo y éxodo hacia el exterior, debilitando a nuestro principal recurso: el humano. Todas y todos los que nacimos en esta tierra maternal debemos y podemos hacerla cada vez más digna, respetada, próspera. Ello es posible si, día a día, damos lo mejor de nuestros talentos y voluntades, actuando al unísono, lo que no implica el disentir cuando el rumbo se desvía para dirigirse hacia el despeñadero.
Actuemos a tiempo antes que Honduras se paralice y eventualmente colapse ante el divisionismo, sectarismo, fanatismo, que va avanzando, convirtiéndonos de hermanos en enemigos acérrimos. Depongamos aquí y ahora el faccionalismo, reemplazándolo por la fraterna unidad y convergencia. Ello reviste carácter de urgencia y máxima prioridad