Editorial

Del 100% que se sembró en el corredor, casi todo se perdió”, respecto a la siembra de primera, declaró Dulio Medina, presidente de Prograno.

Esa franja territorial, que comprende el sur de Francisco Morazán, Valle, Choluteca, El Paraíso, La Paz, Lempira, franjas de Olancho y Yoro, es el hogar de al menos dos millones de compatriotas sumidos en permanente crisis alimentaria en razón de las insuficientes precipitaciones pluviales; la pobreza abarca a un 70% del total poblacional, el 60% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica.

La pandemia ha incrementado aún más estos dramáticos indicadores de desarrollo humano, por lo que el número de hogares que no han tenido suficientes alimentos para subsistir aumentó en un 50% en comparación con las estadísticas previas al covid-19, de acuerdo con el Informe del Programa Mundial de Alimentos correspondiente al 2020.

Hoy tan dramática condición ha empeorado.

Anualmente se envía asistencia por parte del gobierno, algunos países amigos y la FAO, pero es evidente que urgen acciones de corto y mediano plazo tales como establecer pozos subterráneos y pilas de captación de lluvia, al igual que la diversificación de cultivos.

Ahora que el gobierno israelí tiene sede diplomática en nuestro país, la ocasión es propicia para solicitar su vasta experiencia agrícola en zonas áridas, lo que será de beneficio directo para las mujeres y hombres del campo, al igual que para sus familias.

De esa manera, del asistencialismo cíclico se pasará a la autoayuda, con la consiguiente autoestima para estos compatriotas, para quienes el hambre y la desnutrición son flagelos anuales, repetitivos. Además, al mejorar las condiciones de vida se reducirá significativamente la migración interna y externa que ha caracterizado el destino de miles de sus pobladores, al reducirse las opciones de supervivencia hoy existentes.