Editorial

Los crímenes de activistas políticos

Si bien no es tiempo de campañas electorales, los políticos que aspiran a las candidaturas presidenciales de sus partidos han iniciado la carrera proselitista y comenzado a motivar a sus bases.

Para ello requieren del apoyo de los dirigentes de base, aquellos que sirven de enlace con la gente que al final de la contienda favorecerá con su voto al candidato de su preferencia.

El papel de estas personas es de alta importancia en la estructura partidaria, por eso el asesinato en un lapso de cinco horas de dos activistas del oficialista Partido Nacional en Tegucigalpa la mañana del martes anterior, y de un tercero, ocurrido siempre en la capital, pero el día 30 de enero, alarma a la clase política y -principalmente- a la cúpula nacionalista, quienes, al analizar las posibles causas de estos homicidios, hablan de “conspiración”, “ataques sistemáticos” y “planificación”.

No es bueno calificar a priori estos casos como crímenes políticos o achacar los mismos al clima de violencia que generan las maras y pandillas o del narcotráfico, que operan en el territorio nacional.

El Partido Nacional ha pedido a las autoridades investigar y dar con los actores intelectuales de los asesinatos, por la paz social de Honduras, y así debe ser.

Por la paz y la seguridad ciudadana, la Policía y los cuerpos de investigación están obligados a investigar y llegar no solo a los responsables materiales, sino también a los intelectuales, y llevarlos a la justicia.

Hay que cerrar las puertas a la violencia por motivos políticos.

Pero tampoco olvidar los reclamos de la sociedad para que se investiguen, por igual, todos los homicidios, todos los femicidios, que se registran a diario en el país y que están impunes en más de un 90%.

La seguridad ciudadana y la lucha contra la impunidad es, sin duda, una tarea pendiente.