Editorial

Melissa Pastrana

La participación de Melissa Pastrana como arbitro central del clásico nacional de fútbol que disputaron los equipos Motagua y Olimpia en Tegucigalpa el pasado domingo trajo una vez más a la discusión pública el importante papel de las mujeres hondureñas en todos los campos de la actividad humana.

Pastrana salió a la cancha con firmeza, a desafiar, a demostrar que las mujeres también pueden trabajar en campos que se les ha vedado históricamente. Su participación generó todo tipo de reacciones.

Las redes sociales fueron el canal para expresar la admiración por el trabajo de esta mujer que ha logrado sobresalir en un campo por años exclusivo para hombres. Los comentarios fueron en general muy positivos, aunque no todos estuvieron de acuerdo con su accionar, como era de esperarse.

¡Súper bien! Por primera vez un mujer, la jueza Melissa Borjas será la que arbitre el clásico Olimpia-Motagua. ¡Éxitos y salud! ¡Por todas las hondureñas!, escribió la periodista y directora de Proceso Digital, @Marlen Perdomo.

“Aplausos para Melissa Pastrana. La primera mujer que arbitrará un clásico Olimpia vs. Motagua en la categoría masculina. Que sea el primero de muchos”, escribió, por su parte, @RafaJerezHn. Incluso hubo quienes hicieron suyo el Hashtag #PorMasMujeresEnElFutbol creado en Chile, para resaltar lo fundamental que es atreverse a ser medidas por sus capacidades y no por género.

Por eso, hoy vale la pena resaltar el trabajo de esta dama, que también ostenta el título de licenciada en banca y finanzas. Este ha sido un momento especial en medio de la incansable lucha de miles de mujeres organizadas y no, que día con día mantienen alzada su voz en pro del respeto irrestricto de los derechos humanos y por la igualdad entre hombres y mujeres.

También para recordar que el Estado hondureño tiene muchas deudas pendientes con ellas, como poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas, garantizarles el acceso a los servicios de educación y salud, el acceso igualitario al empleo, pero lo más importante, garantizarles el derecho a la vida y a terminar de una vez por todas con la impunidad prevaleciente en el 98% de sus asesinatos.