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¿Y usted cómo sueña a Honduras?

“ ¿Y usted cómo sueña a Honduras?”. Hace varios años, de lunes a viernes formulé esta pregunta a distintas personas, mujeres y hombres, que desfilaron por una cabina de radio para conversar ante un micrófono sobre sus vidas, trabajos, ilusiones y proyectos... Artistas de todas las artes posibles, profesionistas y trabajadores varios, funcionarias y servidores públicos, deportistas, políticos y políticas, periodistas, hombres de fe, mujeres de firmes convicciones, educadores, jóvenes, niños y niñas, estudiantes, ciudadanos que peinan canas, gente conocida y otra no tanto, extranjeros que aman esta tierra y su gente: todos y todas, sin excepción, accedieron a dialogar y abrieron sus corazones. Sin mezquindad, sin reservas, ofreciendo lo mejor de sí a quien quisiera escucharlos.

“A la una somos dos” se llamaba aquel espacio en una radio capitalina y nació una tarde de domingo, al calor de una conversación pausada. “¿Por qué no le ofrece algo distinto a la gente que enciende la radio a esa hora? Hay mucho negativismo y gritos en el dial”, me preguntó un buen amigo. “Tengo una idea”, le contesté, sin contarlo todo, porque la propuesta tenía mucho de nostalgia y quijotada, que no siempre son bien comprendidas. “Prepárela y hablamos”, me dijo, no sin antes animarme.

Efectivamente, una idea rondaba en nuestra cabeza desde hacía muchos años. Mi padre, quien en su juventud había sido actor de radionovelas y locutor, disfrutaba contando sobre sus andanzas en el oficio: ahí encontró amistades entrañables, amores, lecciones, celos y un medio para hacer realidad sus fantasías. Empedernido aficionado a la lectura y el cine de aventura, encarnó en su época a sus héroes juveniles (personajes de Salgari, de A. Dumas), así como a los galanes de melodramas de radios cubanas y mexicanas. Conversador exquisito, nos compartía anécdotas de “su paso por la radio”, ese lugar donde había sido feliz y había hecho feliz a otros. Fue él quien me enseñó a apreciar y admirar a aquellas voces que, con buen gusto y estilo, regalaban momentos únicos a quien las escuchara: Fernando “Tuto” Gómez, con su jazz y “datos de la enciclopedia de lo insólito” en su Radio Monumental, a Jorge Montenegro con sus terroríficos “Cuentos y Leyendas de Honduras”, a Nahum Valladares en la “N”.

En amenas tertulias de café con el querido periodista Jonathan Roussel me topé con infinidad de personajes, que acudían a compartirle sus historias. Fue ahí, alrededor de una mesa llena de “pocillos”, donde entendí finalmente a mi padre: él siempre me insistió que debía aprender a escuchar a la gente, no solo por quién son o aparentan ser, sino porque todos tienen mucho que decir, mucho que contar, mucho para obsequiarnos.

En ello pensaba cada vez que preguntaba en la cabina “¿Y usted cómo sueña a Honduras?”: en el regalo de esperanza que nunca faltó de los labios de los entrevistados. Gente que como mi padre y yo -y seguro ustedes también- quieren hacer realidad sus sueños. Sueños que les harían felices a ellos y a todos nosotros.