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Trabajos indignos

No todos los trabajos son dignos, hay algunos que son francamente vergonzosos, y no me refiero a los que implican un delito o estén cuestionados desde la moral. Son vergonzosos a pesar de aquello que se ha dicho siempre, que el trabajo dignifica a la persona y que nadie debería tener ningún complejo de la actividad que realiza para ganarse la vida.

Pero la vergüenza no tiene que ver con la labor realizada en sí misma, sino con las posibilidades que brinda un trabajo para que las personas se desarrollen plenamente. Lógicamente, implica la remuneración, el tiempo, cuánto bienestar físico y mental permite ese empleo, entre otros factores.

Un trabajo, sea cual sea, se convierte en indigno cuando no le permite a la persona cumplir con sus necesidades primordiales, que tienen un alcance más amplio del usualmente supuesto: implica incluso el entretenimiento. La remuneración hay que pensarla en medio de un contexto, ya que puede haber un sueldo no tan alto, pero que conjugado con un bajo costo de la vida permita a las personas cubrir sus necesidades sin problema. La ecuación es muy simple: a mayor costo de la vida, más altos deben ser los salarios.

En algunos casos es posible que las personas logren cubrir con sus ganancias o su sueldo las necesidades elementales del ser humano, sin embargo, puede que eso implique una sobrecarga de trabajo reflejada en horas. El individuo queda reducido a la actividad laboral, que si se tratara de un asunto vocacional creo que podría ser un hecho comprensible, pero si no es así se trata de una reducción de la persona, y por lo tanto de un trabajo indigno. Es la típica paradoja de pagar una cuantiosa hipoteca por una casa a la que, debido a lo que se tiene que trabajar, solo se llega a dormir.

El otro factor que implica es cuánta salud física y mental ofrece un espacio laboral. Ningún ser humano merece una sobrecarga en ningún sentido, y aceptarla a cambio de dinero es nuevamente reducir al ser humano a un solo factor: el dinero en este caso. Quiere decir que la salud tiene un precio, es canjeable por unos billetes. Habrá una superposición del mercado sobre el individuo, una clara contradicción con el sentido que en los últimos siglos (quizá desde el Renacimiento) se le ha estado tratando de dar a la vida.

Es probable que en algunos casos la dignidad se haya confundido con la apariencia, pero es justamente lo contrario: la esencia. Cualquier empleo que contradiga, tergiverse o rompa con la esencia del ser humano debe ser considerado indigno.

Todo se resume, entonces, en lo feliz que pueda ser una persona desempeñando una función en la sociedad. Que es allí donde quizá hay una dignidad intrínseca, en que el ser humano siempre que labora está cumpliendo una función social, pero esa más bien se trata de una dignificación del colectivo e incluso del otro.

Es muy probable que los trabajos conocidos popularmente como “sencillos” o “humildes” coincidan con estas características que acabo de enumerar, pero es solamente eso, una coincidencia y no tiene por qué ser una regla. Hay trabajos indignos en todos los niveles, algunos son pagados con el relato del conformismo: “por lo menos hay trabajo”, otros con el relato del éxito (basado en el consumismo): “solo con un enorme esfuerzo se consigue el éxito”, algunos otros con el relato de la heroicidad: “lo importante es el reconocimiento”, y algunos quizá hasta con el relato de la dignidad: “todo trabajo es digno”.