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Solo se necesita un error para la catástrofe

Los eventos de las últimas semanas han vuelto a traer a la conciencia pública una amenaza existencial para la humanidad. Los anuncios del presidente ruso Vladimir Putin sobre la preparación de las fuerzas nucleares y su reiterado énfasis en la capacidad de armas nucleares de su país, aunque muy probablemente sea parte de su cínico cálculo estratégico, han servido como un recordatorio de que la amenaza mundial de las armas nucleares no es de ninguna manera una cosa del pasado.

Aunque se ha producido un desarme numérico entre los EE UU y la Rusia actual en comparación con la Guerra Fría, ambos Estados todavía tienen varios miles de ojivas nucleares que pueden ser desplegadas por submarinos, bombarderos y sistemas de misiles balísticos. China, el Reino Unido y Francia también cuentan con armas nucleares, al igual que India, Pakistán y Corea del Norte, pero fuera del tratado de no proliferación de armas nucleares (TNP), una potencia nuclear no declarada es Israel.

La magnitud de la destrucción de incluso una tan sola arma nuclear es aterradora. Las bombas atómicas lanzadas por los EE UU sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial dan una idea de la destrucción que amenazan los modernos sistemas de armas nucleares con un poder explosivo significativamente mayor.

Aparte de los efectos directos del uso de armas nucleares, una guerra nuclear mataría a cientos de millones, un número inimaginable, como resultado de la lluvia radiactiva y el subsiguiente invierno nuclear. El invierno nuclear resulta de varios factores y significa un oscurecimiento y enfriamiento de la atmósfera terrestre, lo que desencadenaría hambrunas en todo el mundo.

El hecho de que los errores humanos y de las máquinas nunca puedan descartarse es muy dramático en este contexto. Durante la Guerra Fría, el mundo estuvo en varias situaciones, algunas de las cuales solo se dieron a conocer al público mucho más tarde, al borde de la catástrofe. Un ejemplo bien conocido es la Crisis de Cuba. Menos conocido es el caso del teniente coronel Stanislav Petrov.

En 1983 recibió una alarma defectuosa en el centro de mando de los satélites de vigilancia soviéticos, donde el nuevo sistema de alerta temprana había interpretado reflejos en las nubes como un lanzamiento de misiles en los EE UU, por lo que debería haber activado las armas nucleares soviéticas.

Su respuesta sensata lo llevó a comunicarse primero con otras estaciones de radar, y se dio cuenta de que no se estaban disparando misiles desde los EE UU. Las armas nucleares soviéticas permanecieron en su lugar.

Hace unos días, India disparó accidentalmente un misil contra el vecino Pakistán. Las potencias nucleares mantienen una relación tensa desde hace décadas, que incluye guerras y rearme mutuo. Afortunadamente, nadie murió en el error, pero podría haber sido trágico.

Es crucial darse cuenta de la futilidad del uso de armas nucleares. El potencial de destrucción para todos los lados es demasiado grande, solo hay perdedores. Los breves éxitos tácticos se reducen al absurdo mediante ataques de represalia y daños colaterales globales.

A corto plazo, solo ayudará el diálogo y la esperanza de que todos los líderes de países con armas nucleares actúen con prudencia y usen el “teléfono rojo” y no el “botón rojo” en caso de crisis, la comunicación en lugar de los actos irreflexivos. ¡A largo plazo, se necesita progreso en el desarme global!