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¿Seguiremos sumando a los 21 años perdidos?

Por fin se nombraron los nuevos magistrados de la CSJ para el periodo 2023-2030. Comienza otro ciclo de siete años que esperamos por fin rompa el perverso ciclo de años perdidos y de rezagos en la administración de justicia oportuna y de avance real en el Estado de derecho. La Biblia nos relata la interpretación del sueño de un faraón en Egipto que José (hijo de Jacob) en el cual hablaba de la alternancia de siete de vacas hermosas y gordas seguido de otro periodo de siete años de vacas feas y flacas. Sencilla y sabia explicación de los ciclos económicos de la expansión-contracción-expansión.

En el caso de la justicia en Honduras, hemos tenido tres periodos consecutivos de siete años cada uno en los que las vacas cada vez han ido más famélicas. Vacas flacas sin haber sido precedidas de un periodo de vacas mejores. En esos 21 años perdidos (2002-22), el pueblo hondureño corrió con un gasto aproximado de 55 millardos de esforzados lempiras, desplumados pero muy sacrificados. Sangrados, sudados y llorados. El sostenimiento de la institución insigne del denominado Poder Judicial no sale bien librada -ni en lo mínimo- de un análisis Beneficio/Costo. El costo para las finanzas públicas (en los lomos del pueblo sin aparejo, a “puro pelo”) ha sido muy pesado y los beneficios son escuálidos.

Similar análisis podría hacerse sobre los costos que implica sostener a una enorme burocracia y aparataje en el resto de instituciones fiscalizadoras, contraloras, penitenciarias y de seguridad del Estado. En gran parte de esos 21 años y quizás más, hemos estado en la indefensión. Anualmente, estamos destinando solo a la CSJ una cifra aproximada de más de L 3 millardos y, si nos referimos al conjunto de esas instituciones relacionadas a la justicia, seguridad, defensa y combate al delito, la cifra presupuestaria bien llega a los L 25 millardos (25 mil de millones de unidades con la figura imaginada del verdadero indómito, aquel que efectivamente pagó con su vida por la defensa del territorio). Y tal como si fuese una prestidigitación cabalística, los decisores de la política hicieron los tratos y conciliábulos para que además de los 15 magistrados propietarios se agregaran seis porciones más a la torta judicial y así, cerrar la golosa repartición con dos magistrados suplentes para cada uno de los tres grupos políticos. Más sangre, sudor y lágrimas; ojalá comience a valer la pena. Puede y debe ser. Resultando entonces, de nuevo el número 21 (15 + 6) para hacer un juego cabalístico con los 21 años perdidos que preceden a este nuevo cuerpo de magistrados; una idea que salió de esas mentes brillantes, “totalmente estocástica” como dirían los más versados en la estadística-matemática de la política. Como lo habíamos explicado en un artículo anterior, era incierta la fórmula “6531”, inventaron la “654” que en realidad la terminaron haciendo “654+6”. Hubiesen sido unos excelentes ingenieros de no haberse enamorado tan magistralmente de la ciencia “superior” que es la política. Bien dijo Albert Einstein que prefería dedicarse a la Física porque obedece a reglas y principios exactos y productivos.

El nombramiento de estos nuevos magistrados inicia con una rara e incierta mezcla de esperanzas y temores. Una mezcla agridulce tipo mole mexicano entre expectativas, dudas, escepticismo y malos augurios. Ojalá el “mole” catracho nos convenza que estos siete años que vienen nos dejarán satisfechos -o menos decepcionados- del sabor a algo de justicia que producen los amargos chiles chipotle y la sal de los desaciertos, con el chocolate, ajonjolí y almendras de los procedimientos y resoluciones correctas. Solo tenemos que esperar que llegue febrero de 2030 para comprobar si por fin restamos o seguimos sumando a los años y billetes perdidos.