Los éxitos tienen paternidad, los fracasos son huérfanos, ese es un dicho popular que se puede adaptar a los contundentes fracasos del neoliberalismo. Fueron tan calculadores los discípulos del neoliberalismo que hasta negaron la existencia de ese modelito que tanto daño le ha hecho a la sociedad, tal vez lo hicieron, de negar su existencia, porque ya veían venir su fracaso y no querían ser responsables del daño letal que ha provocado. Los principales teóricos del neoliberalismo fueron, entre otros, Milton Friedman (1912-2006) y Friedrich Hayek (1899-1992), quienes formularon un cuerpo teórico orientado a la puesta en práctica de medidas de ajuste económico, entre las cuales se destacan: reducción del gasto público en sectores claves del desarrollo social, esto es, educación, salud y vivienda; además, aconsejaron a los gobiernos un programa de privatización de empresas estatales, bajo el entendido, según ellos, que el Estado es un mal administrador y que no debe dedicarse a asuntos económicos, impulsaron las devaluaciones de las monedas, especialmente de aquellos países pobres con un fuerte déficit presupuestario y con una elevada deuda externa. Para los trabajadores, las políticas neoliberales constituyeron una pesada carga; se congelaron los salarios, se formuló una política de flexibilización laboral que ha permitido la contratación de trabajadores temporales, a media jornada y por hora, sin derechos a la estabilidad y seguridad social. Para la teoría neoliberal las economías se vuelven competitivas cuanto menor es el costo salarial, permitir salarios bajos, para los trabajadores, es hasta una actitud “patriótica”, ya que facilita la inversión privada, tanto nacional como extranjera.
Margaret Thatcher y Ronald Reagan, la primera como ministra del Reino Unido desde 1979 a 1990 y Reagan como presidente de Estados Unidos de 1981 a 1989, fueron los más entusiasmados de llevar a la práctica el recetario neoliberal a muchos países del planeta, especialmente a los países de América Latina. Thatcher y Reagan promovieron la misma agenda conservadora, que consistió en máxima libertad para la iniciativa privada y limitaciones a la actividad del sector público.
El Estado era, para ambos, el problema, no la solución. En Honduras, el político que abrazó desde la llegada al poder de la nación las ideas y propuestas del neoliberalismo fue el presidente, ya fallecido, Rafael Leonardo Callejas. En algún momento Callejas dijo que, bajo las medidas de ajuste económico implementadas por su gobierno, en 25 años, cuando el vaso se llenara y empezara a derramar la riqueza, todos los hondureños recibiríamos los frutos del desarrollo. Nada ocurrió, el vaso se llenó, pero para unos pocos.
Los responsables intelectuales y materiales del neoliberalismo ya murieron y como herencia nos dejaron una economía con más deuda externa, con un mayor déficit fiscal, con servicios públicos colapsados y con un Estado fallido en manos de corruptos y gobiernos denunciados por narcotráfico. De esta manera se escribe la historia, unas veces como drama y otras como tragedia.